Tala, publicado por primera vez en Buenos Aires por Editorial Sur en 1938, se considera un hito dentro de la labor literaria de la poeta chilena Gabriela Mistral, y es uno de sus trabajos más maduros, además de una de las obras más importantes de la poesía chilena e hispanoamericana.
Tras el modernismo, muchos poetas se aproximaron al lenguaje llano, incluso coloquial, para comunicar experiencias arquetípicas más amplias. En el caso que nos ocupa, la poesía de Mistral brota de las frustraciones del amor y la maternidad, de la infancia y la vida misma. La poeta utiliza metros y formas tradicionales y su vocabulario es una modalidad ennoblecida del habla corriente. Así consigue ensanchar el horizonte de la poesía hispanoamericana e introducir nuevos temas en el género, como la sensación de plenitud que tiene la mujer soltera.
La calidad de Desolación, libro al que en ediciones posteriores fue añadiendo numerosos poemas, Tala y Lagar hicieron que, en 1945, la Academia Sueca la galardonara finalmente con el Premio Nobel de Literatura, que recibió el 10 de diciembre de aquel año.
El retorno a la infancia o la negación a ser olvidada
Pero ¿qué es Tala?
El nombre con el que Gabriela Mistral titula el poemario –tala– obedece a una palabra utilizada en la filosofía teosófica https://es.wikipedia.org/wiki/Teosof%C3%ADa–a la que la autora se acercó en muchos momentos– que significa lugar, superficie, terreno, suelo, llanura, fondo, estado o condición.
Ella lo aplica en un sentido figurado, como la naturaleza íntima, la parte esencial, la causa y el fondo de todas las cosas. La tala –según dicha filosofía– sería un estado del intelecto. Cuanto más se desciende en dicho estado, menos espiritual se vuelve la persona. Esto conecta con su formación cristiana que, aunque muy adaptada a su particular manera de entender la mística del alma, tiene en realidad mayor peso en el poemario que la teosofía.
Tala se inicia con el recuerdo del fallecimiento de su madre y se desarrolla a través de diversos símbolos religiosos, filosóficos o conceptuales, lo que presenta una poesía de memorial personal. Incluye además pensamientos infantiles, canciones de cuna y poemas para niños. En el medio inserta sus reflexiones como adulta y su frustración ante la vida y el sentir de la misma. Es un paseo biográfico que recorre los acontecimientos que más impactaron su vida.
A priori no resulta fácil encontrar un hilo secuencial en Tala, pero la simbología lo estructura alrededor del recuerdo y figura de la madre, la soledad, el suicidio, la presencia de elementos teológicos… En el poema Locas letanías, la autora inventa una especial forma de oración donde suplica que todas las madres sean acogidas en el seno de Cristo. La simbología críptica aparece de forma continua ensartada en la sencillez de un aparente espontáneo verso.
El suicido aparece en el libro como homenaje a José Asunción Silva, poeta colombiano que se mató a los 30 años. Este tipo de muerte será recurrente en la vida de Mistral, ya que su hijo-sobrino, YinYin, se suicidaría a los 18 años. Es un tema constante en su vida y su obra y, junto a la ausencia de su madre muerta, reflejan experiencias que permanecen. Las circunstancias turbulentas y desestabilizadoras dejan huella y sirven a la autora para dibujar un mundo poético como una suerte de reconocimiento resiliente hacia su propia historia.
Razón de este libro es un apéndice en el que Gabriela Mistral explicó la estructura de Tala, aunque no es necesario. Para la lectura del poemario tan solo hay que dejarse llevar, como si estuviéramos en la corriente de un río, desde el momento en el que la madre la lanza a la vida, pasando por el recuerdo infantil de la ciudad de Elqui, la huella del país natal, las personas que encontró en el camino, sus circunstancias…
Poética de la infancia
Mistral desarrolló una poética que parte de la niñez y se aleja de la autocompasión del niño-poeta crepuscular y de la violencia subversiva de los futuristas. Se recrea más bien en la estela de la mitología romántica que asocia la infancia con la naturaleza y celebra la capacidad del niño de maravillarse ante lo desconocido. El regalo, la sorpresa, representan ese hallazgo ante la vida de forma íntima, un encuentro personal y en singular, una invocación al lugar de identidad y procedencia de la poeta.
Gabriela Mistral no dedicó ningún desarrollo teórico a su idea de la infancia. En cambio, mostró su mayor valor jugando con conceptos y sentimientos transformados en madura poética. ¿Cómo logró esa particular forma de contar una vida? Quiso que surgiese por medio de la intersección de relatos infantiles fragmentarios, retratos de niños reales o alegóricos y aforismos metapoéticos. El arranque maternal no es sólo una etapa de la vida que suscita pesar y fascinación. También encarna una determinada actitud hacia el mundo e incluso un sistema de valores que acaba representando para ella el verdadero principio de creación literaria.
En oposición a la artificialidad y la anestesia del hombre moderno, la infancia representa el polo positivo dentro de la obra de Gabriela Mistral. Por su proximidad con patrones de la literatura juvenil, bien podría integrarse más y mejor en los planes de lectura curriculares. Sus versos, sin duda, pueden ser un telar único de aprendizaje para el alumnado.
Hay países que yo recuerdo
como recuerdo mis infancias.
Son países de mar o río,
de pastales, de vegas y aguas.(…)
Quiero volver a tierras niñas;
llévenme a un blando país de aguas.
En grandes pastos envejezca
y haga al río fábula y fábula.
Tenga una fuente por mi madre
y en la siesta salga a buscarla,
y en jarras baje de una peña
un agua dulce, aguda y áspera.
(Tala, “Agua”)
Este artículo se publicó primero en The Conversation
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