Un martes de descanso laboral, conducimos por la carretera de Burgos camino de algunas localidades que configuran la región de la Sierra Norte de Madrid.
Importante no perder de vista el mapa, a veces el norte se identifica y se confunde con el oeste; aclaradas las coordenadas ponemos rumbo a Puebla de la Sierra. La carretera durante todo el trayecto, muy transitada de ocio y negocio; está claro que no coinciden las mismas fechas festivas según sea el ramo profesional de cada uno.
En cualquier caso, vigilancia atenta al tráfico rodado para disfrutar de la ruta. Día templado, gris y nublado, a ratos se abren claros, pero amenaza agua que aparece en algunos tramos: raras son las ocasiones “pascueras” que no moja algún día procesiones, paseos, eventos y planes familiares de todo tipo. Primavera en ciernes a pesar del almanaque: ya debería estar todo florecido, o casi…al fondo las estribaciones de Guadarrama abarcan todo el horizonte que cubre nuestra vista. Por más que ampliemos ángulo de visión la sierra en marca el cuadro.
Comienzan las localidades tan apretadas y compactas a uno y otro lado de la vía: Piñuécar y Prádena del Rincón, entre otras. Se podría componer un poema narrativo o una narración poética con sus nombres, identidades longevas que rememoran vestigios territoriales, dominios antiguos y señoríos limítrofes diluidos, posesiones heredadas…hoy nueva vida y nuevas vidas.
La vía principal separa casas solariegas a diestro y siniestro: paseantes, niños jugando y tiendas abiertas. Casas rurales, apartamentos, actividad tranquila y movimientos pausados previos a la hora del aperitivo.
Frio y viento, estirar las piernas y recorrer las calles empedradas con olor a ganado. Campo y montaña, esculturas…carretera minúscula que serpea por la superficie montañosa a lo alto hasta que desciende de nuevo culebreando y reposa en Garganta de los Montes. Parada y fonda. Todo preparado para acoger al visitante que desde la capital espera llenar los pulmones y vaciar la mente.
Tiempo de asueto dedicado a próximos y a nuestros allegados, saludos a lugareños que acostumbrados a los foráneos, ofrecen su mejor sonrisa sin interrumpir quehaceres cotidianos.
La sierra siempre sorprende más allá de los conocimientos de geografía que hayamos atesorado en años escolares. Ahora al recorrerla y pisarla a través de sus localidades, revivimos imágenes, recreamos páginas que saltan del atlas a nuestra vida real.
Fuentes y cauces, bosques y sonidos placenteros, sin estridencias. El paisaje semeja un locus amoenus clásico en plena vigencia de la actual centuria. Tan cerca de la ciudad, de las nubes que descargan una lluvia fina, abrigarse y seguir por los senderos trazados de unos pueblos que esperan y están, crecen y permanecen. Tan cerca siempre en estos momentos de descanso personal, de recuerdos, memorias, personas y sentires. Sin olvidar…Más allá y aquí, centro de un presentismo emocional. La Sierra Norte de Madrid invita a volver.
Pilar Úcar
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