La verdad de la piedra, nunca muda
sino en interna reverberación
Claudio Rodríguez
Entre los múltiples encantos de Bolonia, pocos visitantes reparan en el magnífico grupo escultórico “Compianto sul Cristo morto” de Niccolò da Bari (hacia 1435-1494), que dejó en Bolonia algunas de sus mejores obras, concretamente esta es una auténtica maravilla y da mucho que pensar.
El tiempo se ha encargado de poner en su lugar la figura de este escultor fronterizo. Su concepción del hombre es renacentista, aunque vive en uno de esos momentos de transición entre el gótico y el primer renacimiento.
La forma en que representa el dolor, la angustia, la utilización de la terracota, su humanismo y los rasgos que, todavía están presentes del gótico tardío de influencia flamenca, ofrecen un gran interés. Es sublime el dramatismo de los rostros y el sentido del movimiento que imprime a sus creaciones.
Un buen escultor tiene no poco de “cirujano”. Niccolò da Bari sorprende… invita a la reflexión. Para contemplar sus obras hay que adoptar una perspectiva nueva sobre el arte de mirar. A primera vista, no pueden advertirse ni sus logros geométricos, ni la secreta alianza entre las figuras y el tiempo.
No transmite religiosidad ni recogimiento, sino una inquietud telúrica… y un manifiesto terror ante la muerte.
La materia, en cierto modo, cobra vida. La piedra es más que piedra y se entrega a la luz. Las figuras que representa mantienen una íntima relación dialéctica entre la oscuridad y la luminosidad.
Parece que de un momento a otro van a emitir un aullido lastimero, en tanto que la luz se vuelve cárdena y triste, produciendo una sensación de desaliento, como si mostrase sus cicatrices mientras el tiempo se posa en racimos de silencio.
No debe renunciarse, en modo alguno, a contemplar su obra cuando se visita Bolonia y muy especialmente las siete figuras, de “El llanto sobre Cristo muerto” de tamaño natural, esculpidas en terracota, donde todavía se perciben, aunque desgastados por el tiempo, restos de la primitiva policromía. Niccolò da Bari es sin duda, uno de los escultores de referencia del “quatrocento”, aunque entre nosotros es menos conocido de lo que debiera.
Pateando Bolonia, cerca de la Plaza Mayor, se encuentra la iglesia de Santa María della Vita. Un edificio muy representativo del barroco boloñés. El grupo escultórico se ubica al fondo de la iglesia. En el centro del conjunto, con la cabeza apoyada en una almohada, yace el Cristo muerto. Curiosamente, el protagonismo está más presente en las figuras atormentadas y doloridas que en el Cristo.
Me impresionó el dramatismo de sus figuras, donde pueden intuirse –al menos a mí me ocurrió- algunos rasgos propios de Donatello. Es perceptible en la mirada del escultor su conocimiento de la antigüedad clásica, tanto en su plasticidad como en el movimiento de los cuerpos. Otro rasgo que creo merece la pena destacarse, es la expresividad dolorida de los personajes femeninos que contrasta con san Juan y José de Arimatea.
Es significativo el movimiento de los ropajes, algo imposible de encontrar en la escultura anterior. Su audacia formal es sencillamente enorme. Creo que debe ponerse en valor que en modo alguno las figuras representan serenidad sino al contrario un espanto manifiesto. De ahí, que se haya destacado su fuerza expresiva.
Niccolò dell’Arca, Compianto sul Cristo morto, Santa Maria della Vita, Bologna (1463-90 ca)
Mirando el grupo con detenimiento, parece que desprende preguntas sin respuesta. No puede haber respuesta alguna ante un dolor que lo envuelve todo. Durante mucho tiempo, este grupo escultórico era “la joya” de la Pinacoteca Nazionale di Bologna hasta su traslado a Santa María della Vita, su emplazamiento original.
Las figuras de “Compianto sul Cristo morto” desprenden un laconismo rabiosamente humano que transmite un halo misterioso, desasosegante y trágico. El espíritu de Niccolò da Bari parece haber infundido vida a la materia. Quien observa estas esculturas se siente sorprendido, seducido y hasta hechizado. Hay un intenso trabajo detrás de lo que se ofrece a la vista. Nada se deja aprehender sin resistencia, las formas tampoco. Innovar sólo está al alcance de los artistas con audacia y talento.
El grupo genera emoción, mas también, racionalidad. Niccolò da Bari ha captado el sufrimiento… mas ha sabido expresarlo de una forma nueva, casi inédita.
Hay una anotación que tomé a la salida de Santa María della Vita, que no me resisto a reproducir. El grupo escultórico es una mirada humanista que combate la deshumanización. Las palabras que apunté en mi cuaderno son de Simone de Beauvoir “la incultura encierra al hombre en una cárcel”. En tiempos como estos, donde cada vez se presta menos atención al arte y donde ni siquiera se comprende lo que se mira, merece la pena en una visita a Bolonia, contemplar sin prisas estas esculturas.
Tal vez, merezca la pena añadir, que se le ha considerado un auténtico maestro por lo que a las figuras de terracota concierne. Del mismo modo es harto significativo que alcanzó fama y reconocimiento en la restauración del Arca de Santo Domingo; de hecho, ese es el motivo por el que se le denomina asímismo Niccolò dell’Arca. Por una feliz coincidencia, fue completada con algunas figuras por Miguel Ángel Buonarroti, en los albores del siglo XVI.
No pocas veces se pasa por los lugares sin detenerse a contemplar piezas únicas que merece la pena visitar, al menos una vez.
Amigo lector la próxima vez que tus pasos te lleven a Bolonia, encuentra unos minutos para descubrir en Santa Maria della Vita “Compianto sul Cristo morto”. Puedo garantizarte que la experiencia merecerá la pena.
Te sentirás invadido por un malestar impreciso que muy poco a nada tiene que ver con el que se desprende de la iconografía mortuoria anterior o posterior.
Se sale conmovido y reconfortado por lo que las figuras de Niccolò da Bari, siguen transmitiendo a través del tiempo… sin sombra de transcendencia.
ANTONIO CHAZARRA
Profesor de Historia de la Filosofía
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