Yo casi nunca decía “colega”… Era una palabra que prácticamente no usaba.
El arrebato canta a “Mi colega”, ToteKing lo rapea y también Babi titula su álbum
“Colegas”.
Creo que en el vocablo ‘colega’, pocos distinguen el prefijo con- “conjuntamente o a la
vez” y la raíz indoeuropea leg- que significa escoger y elegir y que también
encontramos en la palabra lex (ley) y el sufijo de agente –a.
No, no se preocupen, atentos y pacientes lectores, no voy a dar ninguna lección de
parasíntesis ni derivación que tanto aborrecen muchos de nuestros estudiantes.
El término latino collega designaba en Roma a todo cargo político con relación a otro
que comparte idénticas funciones, poderes y atribuciones.
¡Cuánto ha llovido, y cuántas elecciones se han celebrado desde entonces!!
¡Y las que nos quedan, seguro! Palestra, tribuna, estrado, tarima, púlpito… y pálpito.
Todos colegas.
Hoy se emplea para denominar al compañero de profesión, trabajo, oficio…
Ahora bien, no me imagino yo diciendo al fontanero que arregla el grifo del lavabo:
“espere, señora, que ahora llega mi colega”, a no ser que lo use con sentido de amigo,
compinche, aliado…y no solo de francachelas, sino de auténtico confidente, y quién
sabe si socio en el negocio.
Me resulta difícil la traducción de este vocablo para no incurrir en falsos amigos como
así lo demuestran muchos títulos de capítulos de famosas series televisivas, películas…
y si además lo convertimos en acrónimo descubrimos la Confederación Española LGTB
que trabaja por la igualdad de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales para defender
sus derechos en todos los ámbitos a la vez que fomenta una sociedad libre y diversa.
Recordar el significado de ‘compañero’ supone algo más amplio pues incluye en su
contenido a la persona que comparte una estancia en un lugar, los estudios, además de
un trabajo, práctica de un deporte u otra actividad.
Y por supuesto, se refiere también a la persona con la que se comparten ideas políticas o
que pertenece al mismo partido o asociación sindical que otras de idéntica ideología.
De nuevo me asalta la duda, tal y como andan a la gresca estos días, especialmente, los
“compañeros de partido” que estoy segura se saludan con un: “¿Qué tal colega?”
Estar de colegueo implica amistad y el compañerismo describe una relación, además de
amistosa, de colaboración y solidaridad entre compañeros.
Pues bien: en uno de mis viajes académicos a Cuba, visité la Asociación de la Prensa en
La Habana y en la recepción, me recibieron así: “¿Qué tal le va, compañera?”
Disimulé mi asombro y caí en la cuenta de la costumbre nostálgica que encerraba ese
saludo de viejos camaradas, no colegas de afectos sino compañeros de ideario, político,
se entiende.
No sé yo…creo que el diccionario de dudas, el etimológico y todos los traductores se
acaban de hacer un lío o ya desde hace tiempo llevan un batiburrillo en sus glosarios
que poco o nada responde a la realidad.
Me he familiarizado con la palabra colega para describir al compañero de trabajo, me
suena hasta más internacional, será por la globalidad; la palabra “compañeros” peca de
acento terruñero y localista, casi anticuado…será por la edad.
Intento evitar el colegueo porque desprende cierto tufillo peyorativo, de actitud
conspirativa.
Poco he resuelto, lo sé: me pongo a pensar en palabras y acabo en la realidad. Pienso en
la realidad y me pierdo en la selva léxica.
Ahora ya metidos en harina, en la masa de “la campaña ad futurum” percibo que el
lenguaje camina por su propia senda, que “va a su aire” y al sol que más calienta, lejos
de colegas y compañeros. Echo de menos el compañerismo…
Los candidatos deberían discursear al son de muchas letras amigas.
por Pilar Úcar
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