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Hannah Arendt (1906/1975) una pensadora del siglo XX que hay que reeleer en el XXI

APRECIANDO SU SENTIDO ANTICIPATORIO Y SUS CRÍTICAS A LA MENTIRA

Por ANTONIO CHAZARRA

La libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos en sí mismos. 

 Hannah Arendt

Una y otra vez hay que regresar al pensamiento de Hannah Arendt. Es clarificador y sin concesiones. Expone con claridad meridiana que los nacionalismos excluyentes engendraron los sistemas totalitarios. Manejar sus textos es, hoy por hoy, quizás la mejor forma de adentrarse en la realidad sombría que nos circunda.

El pensamiento de la Ilustración se fue diluyendo, al tiempo que cobraban fuerza los sentimientos, las opiniones y las emociones. Empecemos por preguntarnos las causas que han propiciado –y propician- el auge de los totalitarismos. Convengamos en que dos de las más poderosas son el control de la realidad, con fines espurios y la manipulación de la verdad.

El veneno se fue inoculando lentamente. Por lo que respecta al pensamiento filosófico, la “posmodernidad” fue decisiva en esta deriva. Conceptos como geometría variable, se iban dotando de connotaciones cada vez más peligrosas, líquidas y vacías. Incluso las hipótesis pesimistas han de basarse más en la razón que en las creencias, si no queremos que nos envuelva una confusión generalizada.

Hannah Arendt, si se sabe apreciar, es un espejo que permite mirar de frente la realidad, escrutando las manipulaciones. Desde luego no es poco. Vivimos una época simplista y grosera, donde frecuentemente, se presenta la realidad en forma de embudo, ancho por un lado, estrecho por otro, a conveniencia de quienes pretenden dominarnos y que miremos a través de sus anteojeras.

La mentira es tóxica, hiere y no deja respirar. Las campañas de desinformación masiva han acabado convirtiéndose en un mecanismo de control cotidiano.

Las mentiras acaban anulando la realidad. Tienen un efecto controlador sobre quienes pudiendo ser ciudadanos, aceptan dócilmente convertirse en meros receptores de la propaganda y de las “ideas dominadoras” emanadas de círculos de poder, que para ejercerlo impunemente, primero debilitan desde dentro, los sistemas democráticos para más tarde, “reventarlos” dejando expedito el camino en beneficio de totalitarismos de mayor o menor intensidad.

A Hannah Arendt se vuelve. Es más, es una necesidad recurrente, para afrontar con rigor tanta mugre. Su pensamiento filosófico, aunque ella rehuía el término, contiene elementos de mucho valor, histórico y sociológico. Quizás su mayor interés radica en su actividad como teórica política. No se ha insistido lo suficiente en sus textos dedicados a la verdad y a los peligros que la mentira encierra.

Ese es el motivo por el que sus obras, en ocasiones han sido calificadas de periodísticas y ensayísticas, cobran un especial relieve, sin tapujos, valientemente. Ahí radica su “carga crítica”.  “Los orígenes del totalitarismo” lleva a cabo un enorme esfuerzo intelectual por  comprender y transmitir los mecanismos que permiten su crecimiento y expansión.

Las armas que han utilizado -y siguen utilizando- son el miedo, la propaganda, el odio y la violencia organizada. A veces, actualizan los términos pero la “carga miserable” de los conceptos, sigue siendo la misma. No hace falta recordar que los derechos y libertades conquistados pueden perderse. Vivimos tiempos en que lo comprobamos día a día. Lo que desde luego merece la pena, es mantener un dialogo profundo con Hannah Arendt y su legado.

Con todo, la manifestación de mayor alcance es hacer que la mentira sea aceptada como verdad. Las fake-news, como puede apreciarse, es algo que tiene tras sí una larga trayectoria.

Sin duda, es clave su obra “Los orígenes del totalitarismo”  (Existe una traducción al castellano, muy manejable publicada en 2006 en Alianza Editorial). En ella  pone de manifiesto como la mentira, presentada como verdad, puede lograr que cientos de miles de incautos queden a merced de los proyectos más ruines y alienantes e incluso que los voten y defiendan.

Una de las preocupaciones de más calado para Hannah Arendt es la confusión entre hechos y opiniones, lo que conduce a adentrarse en la verdad y en la mentira en política. Como el lector comprobará, un pensamiento de la más rabiosa actualidad.

Quiero reproducir unas palabras suyas que, en los tiempos que corren, no deben pasar desapercibidas y que contienen un mensaje anticipatorio. Es capaz de diagnosticar que la información objetiva es la que garantiza que nuestras intervenciones estén basadas en realidades y no en inquietudes subjetivas o realidades paralelas.

Para Hannah Arendt, aceptar y comprometerse con un pensamiento inclusivo, es tanto como dar espacio a la heterogeneidad, ser sensible a lo diferente y valorar los múltiples matices que la realidad ofrece.

Para ella el  periodismo y la tarea divulgativa es no sólo narrar sino escrutar hechos reales, mostrando lo que el poder intenta ocultar, disfrazando sus intereses arteramente.

Sostenía que la labor del periodista es conocer e interpretar los hechos, ordenarlos en un relato articulado e insistir en que una cosa son los hechos y otra bien distinta las opiniones. Tal vez por eso, quien ejerce el periodismo político debe ser íntegro y ante todo veraz. El compromiso que han de adquirir es reflexionar sobre el pasado y anticipar el futuro. Estos planteamientos deben constituir un aviso para navegantes, al tiempo que una brújula para orientarnos.

Leer hoy a Hannah Arendt es un ejercicio de libertad y responsabilidad. Se apartó –e invitó a apartarse- de quienes pretenden convertir la realidad en una ratonera sin salida.  

Hay quienes son sensibles a los halagos y prebendas de los totalitarios y quienes, por comodidad, miran para otro lado ante la crudeza, la barbarie, el dolor y la injusticia. Pocos son los que se enfrentan a pie firme, sin concesiones a la realidad de los hechos, dignamente, atreviéndose a aguantar el tirón.

El ejercicio del periodismo, en no pocas ocasiones, ha acabado convirtiéndose en una caricatura. Hemos de dignificarlo para que no siga dando marcha atrás y aproximándose al abismo.

La metafísica, como Kant se atrevió a formular es, asimismo, “una disposición natural de la razón”. Hay ocasiones en que incluso el escepticismo no es suficiente parapeto para  que el pragmatismo interesado, el dogmatismo y el anti-humanismo continúen apoderándose de los medios de comunicación y de las redes sociales.

Han conseguido que cada vez demos menos importancia a hechos vandálicos  y criminales que constituyen un claro ejemplo de “horror arquitectónico”. El ser y el pensar están unidos por una línea cada vez más tenue. Todavía estamos a tiempo de evitar que se quiebre en esta realidad “de groseras simplificaciones”.

Entre los postulados de Hannah Arendt uno de los que tiene más fuerza es “que no se nace libre, se llega a serlo”, acompañando esta advertencia de la deriva que conduce una ciudadanía que ha renunciado a pensar por sí misma.

A una pensadora como ella, el contacto con otros filósofos la fortalece. Es el caso, sin ir más lejos, de Jean Paul Sartre o Walter Benjamin. Leer y meditar sobre Hannah Arendt supone ir más allá de los orígenes del totalitarismo,  extrayendo las consecuencias oportunas de “Verdad y mentira en la política” o “Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política”.

No vacila en escudriñar las tergiversaciones de la realidad, echando mano de alegorías como la de Platón en el Mito de la Caverna. Desde hace un tiempo, se habla del concepto de “Banalidad del mal”, de forma un tanto tópica y hasta simplista. Emplear hoy con fuerza el término, supone reflexionar sobre las manipulaciones que puedan conducir a hombres, aparentemente normales, a cometer atrocidades y acciones criminales ignominiosas.

Está al margen de toda duda, que el pensamiento crítico de Hannah Arendt sigue siendo muy actual, en estos tiempos convulsos.

Quizás, la lección de mayor vigencia de su pensamiento político sea que los totalitarismos buscan, esencialmente, un sistema en que los hombres sean superfluos y estén aislados e incomunicados, a la vez que creen dominar las redes sociales.

Esto obedece a un engranaje alienante, perfectamente orquestado. No olvidemos su idea de que la ausencia de relaciones sociales, el fanatismo y el culto al líder, ponen de manifiesto inseguridad y deseo de escapar a un sentimiento de soledad.

Hannah Arendt insiste una y otra vez en verificar los hechos. Esto es más necesario hoy que nunca, cuando proliferan la posverdad y el deseo interesado de borrar las fronteras entre realidad y ficción.

Es altamente recomendable recordar que para ella no hay pensamientos peligrosos. Pensar en sí mismo es peligroso. Los medios de comunicación y las redes sociales nos dan sobrados motivos a diario, de hasta qué punto acertó en el diagnóstico.

Su pensamiento audaz y comprometido se manifestó, asimismo,  en sus artículos semanales en The New Yorker donde, entre otros argumentos, insistía en el derecho a tener derechos.  

La pensadora alemana pone de relieve el peligro de despreciar los hechos… para sustituirlos por realidades paralelas. Donde reina la apatía moral, las argucias totalitarias, echan raíces. Hannah Arendt, sabe superar elegantemente los intentos de solipsismo que se ocultan en los pliegues de la conducta individual.

Quizás, más temprano que tarde, haya que elegir entre hacer frente a los populismos totalitarios o ser aplastados por ellos. Hemos de interiorizar que el lema, que no hacen público pero que practican los populismos fascistoides, es controlar la realidad, manipulando la verdad de los hechos.

No está de más recordar que la deslegitimación de la ciencia  con respecto al cambio climático o a las vacunas, son elementos que como las termitas “van carcomiendo” la credibilidad de las sociedades democráticas.

Aunque sólo sea de pasada, quisiera comentar que se ha tratado muy benévolamente a Martin Heidegger. Es oportuno exponer claramente los  hechos. Fue profesor de Hannah Arendt a la que manipuló. Compartió las ideas nacionalsocialistas, se puso al servicio del nazismo, contribuyendo a expulsar y reprimir a opositores. Independientemente de su pensamiento, conviene destacar la amoralidad y oportunismo del patético personaje.

No se ha destacado suficientemente que Hannah Arendt ayudó a escapar a cientos de judíos que pretendían huir de Alemania para evitar ser exterminados.

Me gustaría comentar, aunque fuera de pasada, que en los años finales de su existencia publicó una serie de ensayos sobre pensadores contemporáneos que tituló “Hombres en tiempo de oscuridad”,  donde analiza la importancia de Karl Jaspers que fue profesor suyo, Doris Lessing, Rosa Luxemburg, Walter Benjamin, Hermann Broch, Isak Dinesen y otros. Ni que decir tiene que las reflexiones sobre estos pensadores son de alto interés intelectual, político y humano.  

Me sigue fascinando su aserto de que la verdad es lo opuesto a la mera opinión. Dar la vuelta a este honesto planteamiento es uno de los mecanismos que emplean los demagogos para ganar adeptos. Despreciar los hechos y poner todo el foco y la atención en la propaganda interesada y tergiversada es su “modus operandi” más empleado.

Espero, confío y deseo en que estas reflexiones sobre Hannah Arendt y su legado interesen a los lectores y no resulten baladíes.

Con todas las consecuencias, el suyo es un pensamiento de la finitud y para la finitud.

El primer paso, para salir de tanto marasmo y tanta confusión, es saber lo que nos pasa y por qué nos pasa.

Con la pensadora alemana se cumple el precepto de Sófocles de que una lengua libre es propia de los libres.

Obviamente, quedan no pocos aspectos de relieve para analizar el pensamiento de Hannah Arendt, no obstante, me ha parecido oportuno hacer hincapié “aquí  y ahora” en algunos de sus planteamientos de rabiosa actualidad

Se manifestó con tesón contra el nihilismo por su efecto paralizante y las compuertas que abría al totalitarismo.

Su mensaje es claro y contundente:   “No hay que dar la espalda a la política

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