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«José Ingenieros, un intelectual, tal vez olvidado» por Andrés Cascio

De aquellos que vegetan moldeados por el medio

«La imitación es la forma más sincera de admiración con la que puede pagar la mediocridad a la grandeza». Oscar Wilde

José Ingenieros (1877–1925) nació en Palermo, Sicilia. Nacido como Giuseppe Ingegnieri. Su traslado al Rio de La Plata (Argentina), el mismo año de su nacimiento, se debió a que su padre Salvador Ingenieros, un culto profesor y periodista y revolucionario siciliano vinculado a la Primera Internacional, se vio en la necesidad de emigrar de su país por causas políticas.

Fue un médico psiquiatra, criminólogo, sociólogo, filósofo, masón y aunque comenzó estudiando farmacia, destacó como un brillante ensayista, que profundizaría en las vivencias y las conductas humanas a partir de la integración del hombre, entendido a éste como ser humano, en la sociedad.

Entendía la medicina como un servicio indispensable a la comunidad, definió al “medico como un sacerdote laico cuyo credo grandioso es la salud física y moral de la humanidad”, pasión que le transmitiría a su hija, a quien conocí en los años 70, ejerciendo como médica cirujana en el Hospital Argerich de Buenos Aires.

Su obra comienza con un ensayo: “La simulación en la lucha por la vida” fue escrito por él antes de terminar sus estudios universitarios y presentado a la Facultad de Medicina como introducción de su tesis doctoral que llevaría por título “Simulación de la locura”.

En esta obra de tinte evolucionista, Ingenieros sostiene que la especie humana, el ser humano se enmascara y se mimetiza con el medio, la adaptación de diferentes comportamientos facilita la supervivencia de los individuos en relación con las circunstancias y adopta los roles requeridos, amasados por el medio.

En la naturaleza, podemos observar, como la simulación, constituye un patrón para la supervivencia, luego la resiliencia facilita su integración, gestando el microcosmos en el que se desarrolla. 

“Lamarck, primero, y más tarde Darwin, observaron y comentaron los fenómenos de homocromía, sintetizables en este hecho general, los animales están disimulados a la vista de sus enemigos o de sus presas por la semejanza entre su propio color y la coloración del medio en que viven.”

El mimetismo consiste en la semejanza de forma entre el cuerpo del animal y los objetos del medio en que suele vivir, o en la semejanza con los caracteres o actitudes aparentes de otros animales mejor defendidos en la lucha por la vida

El espíritu humano tiende a adaptar una manera especial de simulación a cada una de las modalidades que reviste la lucha por la vida en el ambiente, estableciéndose entre ellas cierto paralelismo.

Hay condiciones de lucha por la vida comunes a todos los hombres que viven en sociedad, a ellas se han adaptado medios de lucha y formas de simulación igualmente generales, comprendidas en el arsenal de las hipocresías y mentiras corrientes en todo agregado social.

Cuando cualquiera de las sociedades que perviven inmersa en el medio pelo de la civilización, sumergidas en una constante decadencia, es fácilmente observable la actuación trufada de simulacros de las personas que se presentan usando el trampantojo, el fraude, el engaño, la mentira, la hipocresía, la ficción que se desarrolla de forma natural, marcando la imposibilidad de armonizar los intereses individuales con los intereses colectivos de los ciudadanos en el espacio público.

El fraude constituye la herramienta más común para captar la simpatía ajena o para abusar de la ajena confianza; aumentando la intensidad de la lucha por la vida. Cada sociedad establece una tabla convencional de valores morales que llama «virtudes» y «vicios», sin otro objeto que fijar límites a la lucha entre los hombres; esas normas suelen convertirse en verdaderas ficciones, pues casi todos tratan de violarlas, simulando las virtudes y disimulando los vicios. Mientras la sinceridad obra en desmedro y ruina de quienes la practican. Razones tendría Homero para llamar al más grande y afortunado de los simuladores el «divino» Ulises.

Mil y una estrategias y actuaciones que en infinidad de casos el ser humano común y corriente pone en práctica, para alejarse de ciertas obligaciones sociales que le ocasiona conflicto moral consigo mismo. El hombre busca escapar así a prescripciones impuestas por la sociedad en la que vive.

“La psicología de los hombres mediocres se caracteriza por un riesgo común: la incapacidad de concebir una perfección, de formarse un ideal. Son rutinarios, honestos y mansos; piensan con la cabeza de los demás, comparten la ajena hipocresía moral y ajustan su carácter a las domesticidades convencionales”.

 José Ingenieros en «El hombre mediocre» (2013)

El hombre mediocre”, una de las obras cumbre del intelectual siciliano-argentino, José Ingenieros. El pensador latinoamericano advierte el peligro que corren los pueblos donde los grandes ideales han sido sepultados por la mediocridad, un mal que promueve la cultura del aparentar, del postureo, de fingir estilo, mientras aniquila las preguntas trascendentales.

Los hombres educados en estos ambientes sufren las terribles consecuencias de la indiferencia.

Una terrible enfermedad ataca a la humanidad del siglo XXI. Un virus mortal corrompe al ser humano y lo inmoviliza. Si se prestara atención y se le dedicara un mayor análisis, se declararía el padecimiento de nuestra época. La indiferencia reina entre los hombres y mujeres, y nosotros ilusos, le entregamos el mando de nuestras vidas y permitimos que devore nuestra personalidad. Esta indiferencia florece en los ambientes donde la mediocridad oscurece el desarrollo de los pueblos.

José Ingenieros entiende a aquel que, al revés que el hombre idealista, no posee ideales y su único objetivo en la vida, ante su falta de talento, es seguir a la manada de mediocres como él que lejos están de sobresalir, pero aún más, las nuevas tecnologías han puesto al alcance de todos, la mentira disfrazada de verdad. La neuropsicología, que comenzó a surgir con fuerza a finales del XIX, hoy aparece como un descubrimiento, observamos que la “neurociencia” justifica el mordaz comportamiento, que ya había sido descrito, pero escondido en el trasfondo intelectual de algunos pocos.

Las neotendencias y las redes sociales contribuyen a expresar, en “forma culta”, lo que la mediocridad esconde, pero inundando de falsedades los entornos y favoreciendo el crecimiento de la mediocridad en el medio.

Aparece una nueva tendencia en el siglo XX, a caballo entre ciencia, tecnología y filosofía, el transhumanismo, y aunque es irremediablemente cierto el camino hacia la transformación, no es menos cierto que encierra un grave peligro su utilización, para intentar “crear una nueva raza, impoluta y prefecta, que nos acerca al superhombre”, un trasfondo ideológico que encarna un peligroso antecedente.

Es posible, que algunos hayan comenzado a darse cuenta, no de la imperfección, sino de la mediocridad que les rodea. ¿No es acaso el ser humano, un ser presuntuoso, que en no pocas ocasiones se reviste de hipocresía, envidia, y hasta ciertas características narcisistas, que le hacen pensar que es único, irremplazable y que está en posesión de la verdad?

“La envidia es una adoración de los hombres por las sombras, del mérito por la mediocridad. Es el rubor de la mejilla sonoramente abofeteada por la gloria ajena. Es el grillete que arrastran los fracasados. Es el Alcíbar que paladean los imponentes. Es un venenoso humor que mana de las heridas abiertas por el desengaño de la insignificancia propia”.

José Ingenieros en «El hombre mediocre» (1913)

Hoy se convierte en ignorancia ilustrada, la cita de tapa en el anverso de libros o la nota aparecida en Facebook o leída ávidamente en Instagram. La búsqueda incesante de algo, que permita conocer en superficie, alguna aproximación a aquello que se pretende entender, sin llegar a conocer la complejidad de aquello de lo que quiero informarme y en su lugar relleno el vacío con las inexactitudes.

Desde el comienzo de la vida, la acumulación de información en el córtex prefrontal o en el fondo profundo del aparato psíquico, va rellenando supuestamente el caudal de conocimiento con el que nos manejamos, pero en la tremenda marea de datos, se va introduciendo una cantidad ingente de “basura cognitiva”, por falsa asociación de datos o razonamiento deficiente o simplemente por la penetración involuntaria de información fraudulenta, de contenidos engañosos, de mentiras, de comunicación basada en la hipocresía, de ficción más o menos creíble, que conducen mediante la desinformación estructurada, a la generación confusa de personas mediocres, que van a componer gran parte del grueso de la masa integrada en sociedad.

Una persona mediocre es aquella que siempre está buscando excusas para no hacer las cosas, quien siempre se compadece de sí mismo por lo que pudo haber hecho y no lo hizo, quien siempre anda buscando culpables para su fracaso sin fijarse que fue él mismo quien hizo de su vida un fracaso.

Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición, sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las creen, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su vez, el hombre mediocre entra en una lucha contra el idealismo por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí.

La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad.

Las mediocracias de todos los tiempos son enemigas del hombre virtuoso, prefieren al honesto y lo encumbran como ejemplo. Honestidad no es virtud, aunque tampoco sea vicio. Se puede ser honesto sin sentir un afán de perfección.

J. Ingenieros, advierte del peligro que corren los pueblos donde los grandes ideales han sido sepultados por la mediocridad, un mal que promueve la cultura del parecer y aniquila las preguntas trascendentales. Los hombres educados en estos ambientes sufren las terribles consecuencias de la indiferencia. 

Una cita de Alberto Benegas Lynch (h), nos relata: “José Ingenieros sostiene que es un error garrafal aludir al «sentido común», ya que se trata en verdad del «buen sentido», siempre personalísimo, ya que no es comunitario el tan cacareado sentido común, puesto que se trata de un antropomorfismo, es decir, se trata de un colectivo como si fuera una persona, lo cual conduce a confusiones varias”.

Fue uno de los intelectuales más representativos del momento de consolidación del ‘positivismo argentino’, e ícono de la Reforma Universitaria –que lo designó Maestro de las Juventudes de América Latina– Murió joven, y su fascinante vida mereció biografías de Sergio Bagú, Héctor Agosti y Aníbal Ponce.

Giuseppe Ingegnieri a los 89 años de su fallecimiento, presuntamente por una meningitis, recordamos a este intelectual, que también dejó huella mediante su activismo político, que lo llevo del socialismo a mantener simpatías con el anarquismo y que fue propulsor de un organismo de lucha contra el imperialismo, como fue la creación de la Unión Panamericana.

*Andrés Cascio, Doctor, Psicólogo Clínico y Social, Conferenciante. Librepensador, Escritor y articulista Profesor retirado de la Universidad de Barcelona, experto en vinculación académica internacional, ha sido experto internacional y Catedrático de la Escuela de Especialización de la O.E.A. Director de Proyectos de UNICEF (Panamá)1976 y experto en proyectos del Fondo Social Europeo. España. 1990. Profesor invitado de distintas Universidades y Escuelas de Negocios de España y América Latina. Fundador del Club de Opinión Liber Cogitatio, en las Comarcas Gironinas.

Referencias:

Tamaro, Elena y Fernández, Tomás. «Biografía de José Ingenieros» [Internet]. Barcelona, España: Editorial Biografías y Vidas, 2004. Disponible en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ingenieros.htm [página consultada el 30 de noviembre de 2024].

Sobre El hombre mediocre de José Ingenieros

15 de Enero de 2021 · Por Lic. Héctor Manuel Corbal Cruz


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