En el mundo del fútbol, algunos jugadores no solo ganan partidos; se ganan el derecho a que sus nombres se transformen en verbos. No hablamos de simples mortales que patean un balón, sino de virtuosos que, con una mezcla de destreza y audacia, han dejado su huella en el césped y en el idioma.
Imaginen a Ricardo Zamora, el legendario portero que, cansado de las convenciones, optó por despejar balones con los codos en vez de con los puños. Cada vez que un portero se lanza en una zamorana, no solo está parando un gol, está también rindiendo homenaje a los flamencos bailarines de la guardia. Si alguna vez se preguntó si el fútbol y el flamenco tienen algo en común, Zamora le respondió esa duda.
Luego tenemos a Antonín Panenka, que en un acto de sublime osadía, transformó el penalti en una forma de arte psicológico. Ejecutar un panenka no es simplemente chutar al balón; es hacer una declaración de intenciones con una calma que raya en lo sobrenatural. Es como decirle al portero: «Voy a engañarte tan elegantemente que podrás apreciarlo incluso mientras caes hacia el lado incorrecto».
No nos olvidemos de la rabona, cortesía de Ricardo Infante, que decidió que chutar el balón de manera directa era demasiado predecible. Hacer una rabona es como resolver un cubo de Rubik con los pies; una mezcla de precisión y pizca de locura, un acto que combina la infancia de hacer pellas con la maestría de un bailarín.
Y qué decir de la chilena, o chalaca, una jugada que es prácticamente un acto de rebelión contra la física. Cuando un jugador se eleva para una chilena, es un momento de suspenso digno de una película de acción. Es fútbol, es acrobacia, es un audaz desafío a la gravedad y, por un instante, todos contienen la respiración, preguntándose si es un deportista o un superhéroe.
Finalmente, el escorpión de René Higuita, que es posiblemente la definición de espectáculo. En un mundo donde los porteros se contentan con usar las manos, Higuita decidió que sus talones también querían participar del show. Realizar un escorpión es como hacer una declaración audaz: «Aquí estoy, con los talones por delante, defendiendo mi arco como solo un loco podría hacerlo».
Estas jugadas no son solo técnicas o estrategias; son declaraciones de estilo, momentos de puro teatro en el campo que trascienden el juego y se convierten en leyenda. Así que la próxima vez que veas a un jugador preparándose para desafiar lo convencional en el campo, prepárate: podrías estar a punto de ver nacer un nuevo verbo en el diccionario del fútbol. Y quién sabe, quizás incluso en el diccionario de la Real Academia Española.
Por Rosa Amor del Olmo
19/04/2024
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