Leonor de Guzmán: el origen de una nueva dinastía
Elena Paulino Montero, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Leonor de Guzmán (1310-1351) fue una noble perteneciente al poderoso linaje andaluz de los Guzmán y madre de diez de los once hijos del rey Alfonso XI, aunque nunca fue su legítima esposa. Gran señora territorial, inteligente estratega política y uno de los personajes de mayor poder en la corte castellana a mediados del siglo XIV, su imagen se ha visto frecuentemente reducida a la “seductora”, “amante” o “concubina” del rey Alfonso XI, como ha estudiado María Jesús Fuente.
Dependiendo de quién cuente su historia, Leonor aparece como una peligrosa seductora, una “mala mujer” en palabras de su enemigo político don Juan Manuel o, por el contrario, como una inteligente y bella dama, apoyo permanente del rey. Del mismo modo, la reina María de Portugal, legítima esposa del rey y madre del futuro Pedro I, ha sido retratada alternativamente como una reina digna pese a la infidelidad de su marido, o como una mujer celosa que terminó ordenando la ejecución de su rival.
No obstante, si observamos sus vidas con más atención comprobaremos que, muchas veces, sus motivaciones eran más complejas de lo que se ha sugerido.
Más que una amante
Leonor había quedado viuda con apenas 18 años, y poco tiempo después conocería al rey de Castilla, Alfonso XI, quien había ascendido al trono muy joven –a los 14 años– tras una larga minoría de edad, ya que su padre había muerto cuando él tenía menos de dos años. Alfonso emprendió una serie de actuaciones orientadas a fortalecer el poder regio. Estableció nuevos vínculos con familias nobiliarias y, además llevó a cabo una serie de campañas militares contra los benimerines. En ambos aspectos la colaboración de Leonor y sus familiares fue fundamental.
Durante estos años Leonor acompañó al rey en sus desplazamientos por distintas ciudades e incluso en algunas campañas militares. La numerosa descendencia nos habla de pocos periodos de separación. Durante esos años Leonor recibió embajadores, se carteó con reyes, forjó lazos clientelares con diversos nobles que la acompañaron en sus actividades y promovió a sus familiares en el seno de la corte. También recibió villas y tierras, como Tordesillas, donde dejó huella artística de su memoria.
Alfonso murió muy joven, a la edad de 38 años, en el cerco de Algeciras. Dejaba una reina viuda, María de Portugal, un heredero al trono, Pedro I, y una viuda ilegítima, Leonor, con una vasta prole.
Ser una amenaza
En ese momento Leonor era una de las mujeres más poderosas de Castilla y sus hijos, educados en la corte, tenían rentas, territorios y títulos que los colocaban en una posición predominante. Hay que destacar que antes de la muerte de Alfonso, la situación no había sido de enfrentamiento permanente entre sus mujeres. La convivencia en la corte de ramas legítimas e ilegítimas no era una novedad y la presencia de amantes regias tampoco suponía un escándalo insalvable.
Sí fue inusual que la amante regia fuera solo una y que afianzara su posición en la corte a lo largo de los años. Durante la vida de Alfonso tanto Leonor como María tuvieron sus casas, sus espacios de poder y su lugar diferenciado en la corte. Leonor incluso fue representada en espacios públicos, como en el capitel del claustro de León donde se ha identificado su presencia junto a Alfonso XI y al obispo Juan del Campo.
La muerte del rey complicó la situación de Leonor, ya que rápidamente ella y sus hijos fueron vistos como una amenaza por la reina y el heredero al trono. Leonor intentó asegurar su futuro recurriendo a diversos nobles andaluces o escribiendo cartas al rey de Aragón invocando su protección. Ambas estrategias resultarían fallidas y pronto fue hecha prisionera por Pedro I.
No obstante, incluso desde su prisión, Leonor pudo maniobrar políticamente para asegurar el futuro de sus hijos y de su linaje. Encarcelada consiguió que se celebraran en secreto las bodas de su primogénito Enrique con la poderosa y rica heredera Juana Manuel, de estirpe real. Poco tiempo después Leonor moría y las crónicas acusaron a la reina María de haber ordenado su asesinato, aunque investigadoras como Ana Echevarría lo han puesto en duda, entre otras cosas por la continua protección que la reina María ofreció a Juana, la única hija de Leonor y Alfonso. De cualquier forma, Leonor había dejado a su hijo en una situación privilegiada, que le permitiría enfrentarse a su hermanastro y, finalmente, coronarse como rey de Castilla.
Dejar huella
Conocemos poco sobre las actuaciones artísticas de Leonor, aunque parece que dejó asociada su memoria a la villa de Tordesillas, de la que fue señora. Allí existió un palacio, que en época de Pedro I se transformó en el actual convento de Santa Clara. En ese palacio, en la llamada capilla Dorada, se conserva en la base de las columnas de entrada el nombre de doña Leonor, leído por Fernando Gutiérrez Baños. Ella fue la promotora de esa primera capilla en un espacio que después sería transformado completamente en época de Pedro I.
No obstante, a pesar de las intervenciones posteriores, la memoria de Leonor no se perdió. Tras subir al trono, su nuera Juana Manuel planeó trasladar aquí su cuerpo, que había sido enterrado sin dignidades tras su muerte en prisión. En la reformada iglesia del convento Juana había previsto un enterramiento digno para la madre del rey, mientras su esposo se ocupaba de la memoria de su padre construyendo la capilla real de Córdoba. El proyecto de Juana Manuel para Tordesillas quedó interrumpido a su muerte en 1381. Sin embargo, de él se conservan las pinturas que se realizaron en el espacio de los baños del palacio, que unían la heráldica de los Guzmanes con la regia, reivindicando la posición de Leonor y la legitimidad de su estirpe, que inauguraba una nueva dinastía.
Porque, aunque tras la muerte de Alfonso Leonor no pudo mantener su posición, su fortuna o incluso su vida, había asegurado el futuro de su descendencia y de su memoria. Mediante la concesión de tierras y títulos, la negociación de matrimonios e incluso de alianzas políticas con Aragón, su hijo Enrique llegó al trono. Se inició así la nueva dinastía de los Trastámara.
La historia de Leonor nos demuestra cómo las mujeres de la élite en la Edad Media fueron más allá de su condición de amantes o esposas. Ellas actuaron de manera independiente, con sus objetivos, estrategias y redes de alianzas y pudieron así forjar el futuro de sus descendientes y del reino. Sus actividades artísticas sirvieron para reforzar su autoridad, para reivindicar su legitimidad o para recuperar la memoria de aquellas que las precedieron.
Elena Paulino Montero, Profesora de Historia del Arte, UNED – Universidad Nacional de Educación a Distancia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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