Por Rosa Amor del Olmo
La realidad de las aulas nos demuestra la profética visión que del entendimiento del arte tenía Ortega y Gasset. Acceder a una obra creativa –hoy en día- se muestra como un proceso complicado en el que la sociedad cada vez está más lejos de querer hacer un esfuerzo por poder acceder a ella, a las obras, a la creación. No le interesa, no lo ve necesario porque hay productos artísticos –la mayoría de ellos vulgares- que son mucho más fáciles de comprender y no requieren absolutamente nada de la persona, solo la zafiedad.
Cuando los alumnos se preguntan en las clases de lengua y literatura ¿Para qué sirve la sintaxis? por poner un ejemplo, salgo rauda a explicarles que deben comprender cómo se organizan las palabras, las frases, cómo deben escribir en lenguaje formal, qué es el lenguaje coloquial, dónde se usa uno y dónde aquel. Parece que lo entienden. Después suelo ponerles ejemplos de Yoda hablando en hipérbaton como si fuera algo nuevo cuando la mayoría de ellos no sabría distinguir si es el propio Yoda –que tanto mola- o es el mismísimo Góngora, casi siempre es Góngora y gana a Yoda, claro. En otros ratillos les insto a que a través del conocimiento y estructura sintáctica sepan que se puede llegar a saber por uno mismo quien escribe bien y quien no, qué traducción es buena y cual apuñala al autor de origen. Es decir, no tienen porqué estar fuera de lo intelectual de la sociedad, se quedarán atrás si no “se ponen las pilas” como se dice ahora, frase odiosa, por cierto. La ignorancia y la vaguería tiene su tiempo de caducidad, si no leen nunca más ¿qué será de ellos dentro de cuarenta años? Serán manejadas sus conciencias y sus vidas porque el último que llegue que quizás sí ha leído. Pero cito lo que apuntó Ortega:
“A mi juicio, lo característico del arte nuevo -desde el punto de vista sociológico- es que divide al público en estas dos clases de hombres: los que entienden y los que no lo entienden. Esto implica que los unos poseen un órgano de comprensión negado, por tanto, a los otros; que son dos variedades distintas de la especie humana. El arte nuevo, por lo visto, no es para todo el mundo, como el romántico, sino que va desde luego dirigido a una minoría especialmente dotada. Cuando a uno no le gusta una obra de arte, pero la ha comprendido, se siente superior a ella y no ha lugar a la irritación. Mas cuando el disgusto que la obra causa nace de que no se la ha entendido, queda el hombre como humillado, con una oscura conciencia de su inferioridad que necesita compensar mediante la indignada afirmación de si mismo frente a la obra. El arte joven, con solo presentarse, obliga al buen burgués a sentirse tal y como es: buen burgués, ente incapaz de sacramentos artísticos, ciego y sordo a toda belleza pura.” La deshumanización del arte José Ortega y Gasset.
Dicha división orteguiana es ahora todavía más grande si cabe, mucho más evidente en este país. Igual horror suele sucede en la comprensión de una obra clásica, de poder asistir a un auditorio y escuchar un concierto…saber qué pasa. A menudo se hace creer al individuo que eso de escuchar un concierto está reservado para los únicos que saben y pueden escucharlo. ¡Gran error! Nadie nace aprendiendo y nunca es tarde. En Francia cualquiera y digo cualquiera sabe lo que sucede en una orquesta porque allí lo tienen que aprender obligatoriamente, es decir, sabe el orden jerárquico, porqué sale un violinista en último lugar y la orquesta se pone de pie, el público aplaude: ¡es el concertino de la orquesta, chavales!. El oboe suele dar una nota a todos los integrantes de la orquesta ¿por qué? El oboe está afinado en do; por tanto, no es un instrumento transpositor, Tiene un registro entre mezzo-soprano y soprano. Las orquestas suelen afinar escuchando al oboe tocar el tono de concierto: un la3 a 440 hercios (es el la que se encuentra por encima del do central del piano, vibrando unas 440 veces por segundo o, lo que es lo mismo, a 440 Hz). La razón de afinar empleando el oboe, es que, de entre todos los instrumentos de la orquesta, sin contar el piano, es el que posee un tono más estable, permaneciendo constante a pesar de los cambios en la temperatura o la humedad. Además, en comparación con muchos otros instrumentos, al dejar de tocarse durante mucho tiempo, es el que menos se desafina, a partir de ese tono dado por el oboe, el concertino afinará los instrumentos de cuerda. ¿Cuál es la colocación de los instrumentistas en una orquesta y porqué? Podría ser una pregunta para alumnos en general de doce o trece años. En España hemos delegado la música ser La María. ¿Qué decir de otras Marías? La plástica, la filosofía…por cierto, a muchas chicas se ve que no les molesta con su feminismo falso o de tres al cuarto, decir una asignatura María, osea algo que está en el rinchi o rinche, y no protestan. ¡Qué mones todes!
El director es el director, algunos hacen aspavientos que no son necesarios para la tal dirección e interpretación de la obra musical, pero en esto, sobre gustos nada hay escrito. Quizás la primera vez que se escucha a Bach no parece una música cercana, un protestante organista intentando con su música convencer, tal vez elevar el espíritu. Con el conocimiento podemos llegar a saber comprender todas las piezas que esta genial persona de talento único ideó. Aprendemos a amar a Bach. Claro, no es reggaeton, pero una cosa no tiene nada que ver con la otra, porque una pieza de Bach se puede reggaetonear, pero no al contrario, es decir, un reggaetonero en todos los días de su vida podrá componer como Bach. Bueno claro, tiene que estudiar, eso sí.
Siempre me ha parecido que Vivaldi es rockero y lo cierto es que tanto Bach como Vivaldi pueden motivar y agitar a las huestes populares tanto como Bruce Springsteen. El resultado es que los músicos de clásica aunque sean más excéntricos y artistas únicos que los héroes populares de masas –incluyo a la nueva raza de youtuber- pertenecen a una élite. Un músico de estudios forjado desde la niñez, tiene que soportar que su público sea siempre viejo, personas de edad, de mucha edad, la mayoría de las veces decidiendo desde un tribunal sobre el desgraciado intérprete, juzgado sin compasión; excluido de su beca, de un premio, de un paso de grado, de la admisión en un ciclo superior o de tener un tiempo cedido un instrumento de los impensables. Así es la cosa que en España los pocos que además de hacer lo que el resto estudian música, los machacamos sin compasión. De esto ya hablaré ampliamente porque Galdós ya lo hizo, pero lo recordaré.
¿Y qué decir de la danza contemporánea? Pocos se integran en ella, quizás porque se han unido a ese carro, malos bailarines que han destrozado sus evolucionados conceptos. Igual sucede con la pintura y arte contemporáneo. No se llega ahí como una patochada, se llega ahí por una evolución del autor y aquellos que reciben esa obra tienen que informarse, claro, porque de no ser así, salen de la sala o criticando o con la sensación de que hay cosas en la sociedad que no son para ti, que directamente te han excluido. Pero el que se excluye es el individuo. Si controlas la obra y no te gusta, como diría Ortega, puedes sentirte por encima de ella porque hay razones para ello, no huyes cual desgraciado apaleado por el arte y sus autores.
Con la escritura y los libros sucede la misma cosa. No podemos pasar de leer Mortadelo y Filemón que a mi me encantaban en su día a leer a Unamuno, Spinoza, Ricoeur o el personalismo de Mounier. Hay que tener paciencia con uno mismo y familiarizarse con el léxico y la forma de la escritura. Balzac, Tolstoy, Ibsen…morirse sin leer tantas cosas, no lo entiendo. De Galdós nada he decir porque ya lo he dicho casi todo, pero el Centenario de este año ha demostrado que nadie se lo ha leído, ni los Episodios Nacionales siquiera. A la gente solo le atraen sus amores ilícitos con mujeres como Pardo Bazán, si era feminista (descontextualizando al pobre autor en su tumba revuelto como él solo) o si era cervecero. Su lenguaje, hoy en día, muchos no lo entienden. El Lazarillo es inaccesible e imposible su lectura en bachilleres avezados. El Quijote, obra humorística donde las haya ya es patrimonio de los elegidos…Podría seguir con tantas cosas que hoy solo personalizo y escribo en primera persona porque sí estoy dando mi opinión de verdad y quiero que al escribir en primera persona todos crean que lo digo es lo pienso. Pero ¡amigos! Que no os engañen, esto puede ser solo una falacia más de las que encontramos a diario. Es cierto en este texto de hoy que pienso así, es veraz, pero existe la ficción autobiográfica o la biografía de ficción y las falacias en la que no es verdad nada de lo que el escritor está relatando o defendiendo, pero el receptor de la obra cree que sí. Sea.
Rosa Amor del Olmo
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