
Por caquexia, término galdosiano por excelencia, entendemos aquel estado de debilidad profunda, de desfallecimiento extremo que invade lentamente un cuerpo hasta anularlo. Con irónica precisión, podría decirse que esta metáfora médica describe perfectamente la salud actual del discurso público, enfermo de banalidad, decadencia y manipulación mediática. Como escribió Galdós en su episodio nacional Cánovas: «Alarmante es la palabra Revolución. Pero si no inventáis otra menos aterradora, no tendréis más remedio que usarla los que no queráis morir de la honda caquexia que invade el cansado cuerpo de tu Nación». Han pasado más de cien años desde que Galdós alertó sobre este mal, y sin embargo, parece que hoy la misma caquexia, quizá más profunda, amenaza todavía el cansado organismo de nuestra sociedad. Por aquí apunto cinco ejemplos, cinco pinceladas a la “segunda manera” donde el pensamiento y la reflexión se funden con el aislamiento y el desánimo. ¿qué hacer?
La posverdad como norma: propaganda y desinformación 24/7
En la era de la posverdad, la información objetiva es la principal víctima. Conflictos recientes evidencian cómo la propaganda ha suplantado a los hechos: en la guerra de Ucrania, la avalancha de desinformación ha sido “turboalimentada digitalmente”, alcanzando niveles inéditos en redes sociales. De hecho, las autoridades ucranianas llegaron a detectar picos de más de 2.500 publicaciones diarias de noticias falsas durante ofensivas críticas (frente a ~200 diarias antes de la escalada). Del mismo modo, en la guerra Israel–Hamas de 2023, medios reputados difundieron apresuradamente versiones no verificadas –por ejemplo, acusaciones iniciales (y luego cuestionadas) sobre la explosión en un hospital de Gaza–, amplificando narrativas de parte que luego resultaron dudosas. Este entorno donde la propaganda supera a la verdad erosiona gravemente el debate informado y refuerza el cinismo público. (Moraleja: hoy la verdad parece un estorbo prescindible en el rating de la guerra).
Banalización informativa: espectáculo y morbo sobre sustancia
Otra “caquexia” mediática es la trivialización de la agenda pública. El periodismo contemporáneo a menudo practica el pan y circo 2.0, priorizando el espectáculo y el morbo por encima de la relevancia. Un ejemplo elocuente fue la desproporcionada cobertura del sumergible turístico Titan (extraviado en 2023 con cinco millonarios a bordo) mientras, en paralelo, un naufragio con centenares de migrantes muertos recibió escasa atención. La prensa global se obsesionó con el drama casi novelesco del submarino (un “misterio” digno de reality show), eclipsando una tragedia humanitaria mucho mayor. Este contraste reveló una jerarquía informativa decadente: noticias “ligeras” o sensacionalistas acaparan portadas, mientras crisis reales (pobreza, clima, migraciones) son relegadas. La banalidad reina donde debería haber rigor, fomentando una audiencia adormecida por lo trivial. (Moraleja: la actualidad se cubre como si importara más un millonario extraviado que cientos de desamparados ahogados).
Polarización algorítmica: el eco amplificado y el diálogo roto
En los silos informativos actuales, las voces disidentes apenas resuenan. Las redes sociales –regidas por algoritmos opacos– actúan como cámaras de eco que fragmentan el ágora digital, alimentando la polarización y el discurso agresivo. Un caso paradigmático es la transformación de Twitter en “X” bajo nuevas reglas de verificación: al priorizar las publicaciones de usuarios de pago, la plataforma potenció la burbuja ideológica. Simulaciones académicas indican que este cambio puede incrementar la polarización y afianzar comunidades herméticas de afines. En otras palabras, se refuerza el monólogo colectivo: cada grupo se atrinchera en su narrativa, amplificada por algoritmos diseñados para maximizar la interacción (y, con frecuencia, la indignación). El resultado es un deterioro del debate público –ya no hay intercambio genuino, sino tribus mediáticas atrincheradas en sus verdades absolutas. (Moraleja: nunca estuvo tan conectada la sociedad, y nunca tan incomunicada entre sí).
Erosión de la confianza: periodismo desacreditado y auge de la conspiración
La confianza del público en los medios atraviesa mínimos históricos, una caquexia institucional que agrava la crisis democrática. Encuestas recientes revelan que solo alrededor de 3 de cada 10 ciudadanos confían en que la prensa informe con veracidad. Peor aún, una mayoría global –cerca del 70%– cree que periodistas y líderes “mienten deliberadamente” al público. Este descrédito siembra un caldo de cultivo perfecto para teorías de la conspiración y la información basura. Si la gente presume que “los medios nos engañan”, buscará verdades alternativas en rincones oscuros de internet, donde prosperan desde noticias falsas electorales hasta disparates antivacunas. El resultado: la conversación pública se contamina de narrativas paranoicas y desconfianza sistémica. Así, la prensa tradicional, antaño árbitro del debate informado, ve socavada su autoridad, sustituida por rumores virales. (Moraleja: en la era de la información infinita, la credibilidad periodística está en oferta de saldo).
Realidades sintéticas: la irrupción de la IA y el fin de la autenticidad
El avance de la inteligencia artificial generativa representa quizá la “caquexia” más futurista: la erosión de la realidad discernible. Estas nuevas herramientas permiten crear contenidos indistinguibles de lo real –los llamados deepfakes–: imágenes, videos o audios falsos capaces de imitar a personas reales en situaciones inexistentes. Ya en 2024 hemos visto destellos inquietantes: en plenas primarias de EE. UU., miles de votantes recibieron una llamada automatizada con voz de Joe Biden instándoles a no votar… pero era un Biden falso, generado por IA. Otro caso: una imagen trucada que mostraba una explosión en el Pentágono se difundió viralmente, llegando a causar un breve desplome bursátil antes de desmentirse la noticia. Estos episodios confirman que la frontera entre verdad y simulacro se desdibuja. La sobreabundancia de realidades sintéticas amenaza con desgastar definitivamente nuestro criterio porque cualquier evidencia audiovisual podría ser fabricada. Los medios, saturados de contenido incierto, enfrentan el reto de distinguir lo real de lo inventado en un océano de infoxicación tecnológica. (Moraleja: la realidad nunca había sido tan maleable – y nuestra credulidad, tan frágil).
Cada una de estas tesis sugiere un rostro de la decadencia mediática contemporánea –verdades agonizantes, espectáculos banales, diálogos rotos, confianza marchita y autenticidad diluida–. Juntas, pintan un panorama provocador para un diagnóstico sobre las dolencias del ecosistema mediático actual y llamaría a reflexionar sobre cómo revertir este proceso de consunción del debate público. Pero nosotros solo comunicamos los hechos.
Referencias:
(Russia vs Ukraine: the biggest war of the fake news era | Reuters)
Americans’ Trust in Media Remains at Trend Low
(The Media Cares More About the Titanic Sub Than Drowned Migrants | The New Republic)
(Trust in CEOs erodes, according to 2025 Edelman Trust Barometer)
estudios sobre algoritmos y polarización
encuestas de confianza pública
(Trust in CEOs erodes, according to 2025 Edelman Trust Barometer)
hasta incidentes recientes de deepfakes y caos informativo
(AI was likely behind faked images of an explosion at the Pentagon : NPR),
Desinformación, redes sociales y elecciones
How deepfakes and AI memes affected global elections in 2024 : NPR
AI was likely behind faked images of an explosion at the Pentagon : NPR
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