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Luca Giordano en un periódico socialista

Eduardo Montagut

En tiempos de la República el periódico El Socialista dedicó un considerable espacio a la divulgación cultural, la historia y el arte, con artículos de efemérides, crítica de espectáculos y cine, además de otros dedicados a la crítica literaria con reseñas de obras publicadas, y crítica artística. En este campo se destacaron algunos miembros del Partido Socialista, y, entre ellos, sin lugar a dudas, estaría Emiliano Martín Aguilera, abogado y crítico de literatura y arte, muy activo entre las Juventudes Socialistas, miembro de la Agrupación Socialista Madrileña, colaborador en El Heraldo de Madrid, miembro del Patronato del Museo Municipal de Madrid, y un incansable redactor del periódico socialista. De regreso del exilio se dedicó con fruición a publicar en Editorial Iberia un número considerable de libros de pintores, y estudios introductorios de autores literarios. Aguilera fue un socialista que puso su enorme capacidad de trabajo al servicio de la difusión de la cultura, y que merece un estudio monográfico. A lo sumo, contamos con un artículo de Andrés Saborit, que publicó a su muerte en 1975 en Le Noveau Socialiste (31/10/1975), y lo que nos cuenta el Diccionario Biográfico del Socialismo Español.

Pues bien, una muestra, entre las muchísimas que se pueden aportar, estaría en su análisis del pintor barroco Luca Giordano, del que este país cuenta con muchas obras, muchas de ellas en el Museo del Prado. Los interesados en esta figura, un tanto polémica del Barroco, pueden acercarse al magnífico texto escrito por Andrés Úbeda de los Cobos en la página web del Museo del Prado, donde incluye, además, una detallada bibliografía.

Aguilera publicó en el número del 25 de julio de 1932 de El Socialista, el artículo titulado “Luca Giordano, o un gran maestro olvidado”. La razón era que en ese año se celebraría el III centenario de su muerte, frente a la fecha de nacimiento que había aportado Palomino, y que le hacía nacer en 1628. Pero para Aguilera el estudioso español se había equivocado en muchas ocasiones, y aludía a datos aportados por Ceán Bermúdez, el gran historiador ilustrado del arte, que llevaban la fecha a 1932. Pero, en realidad, sabemos hoy que nació en 1634, y en Nápoles.

Para Aguilera, el pintor Luca Jordán o Giordano era ya muy conocido, en el final de la escuela de Pietro da Cortona, y por sus influencias en España. Pero, en realidad, habría que esperar a mediados de los años sesenta para que este pintor fuera recuperado y conocido de forma clara, gracias a la monografía, publicada en 1966, de Oreste Ferrari y Giuseppe Scavizzi.

Para nuestro autor este pintor tenía una virtud que debía imitarse, y que consistía en el entusiasmo por su vocación, desde bien joven, ya que intentaría superarse buscando buenos maestros. Se marchó de la casa de sus padres, y viajó a Roma, aunque luego regresaría. Al parecer, copiaría obras de Leonardo, Miguel Ángel y Andrea del Sarto, y, siempre según Aguilera, falsificaría tizianos y tintorettos, aunque, en realidad, más que falsificar, podríamos considerar que eran imitaciones. La influencia de su padre sería mala para el joven pintor, primero por estas falsificaciones, y después por insuflarle una verdadera manía por el trabajo tanto en Italia como en España. Al parecer, tardaría 48 horas en realizar su San Francisco Javier bautizando a los japoneses, un encargo de los jesuitas de Nápoles.

Aguilera, como vemos, es muy crítico con Giordano, porque le pone de ejemplo de artista muy dotado, pero malogrado por la avaricia. Estaría aludiendo al famoso “fà presto” con el que fue conocido el pintor. Efectivamente, fue siempre considerado como un artista de enorme producción, y que realizaría muy deprisa, lo que generaría juicios negativos, siendo considerado como muy superficial, sobre todo, en palabras de Úbeda de los Cobos, por parte de los defensores de la tradición greco-romana. Pero, no cabe duda, que Giordano dominaba la técnica pictórica, especialmente el fresco. Las mejoras obras en esta técnica, pero también en óleo se harían en España en tiempos de Carlos II, en El Escorial, pero también en el Casón del Buen Retiro y en otros lugares. El fin de los Austrias condujo a Giordano de nuevo a su lugar de origen, donde moriría rico.


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