En un mundo donde el turismo se ha transformado de un lujo a una industria masiva, el impacto ambiental y social de esta actividad ha llegado a un punto crítico. Ciudades enteras en España, como Barcelona y Madrid, enfrentan lo que se ha denominado «turismofobia», una reacción comprensible de los residentes hacia el flujo abrumador de visitantes que perturban la vida cotidiana y el tejido cultural. Este fenómeno no solo plantea un desafío ecológico sino también un problema de consumismo desenfrenado y la mercantilización de las ciudades, a menudo sin el consentimiento o beneficio de sus habitantes. En este contexto crítico, la etiqueta Ecolabel de la Unión Europea emerge como una herramienta fundamental para guiar tanto a consumidores como a empresarios hacia prácticas turísticas más responsables.
Turismo Sostenible Frente a Consumismo Masivo
El turismo, en su forma actual, frecuentemente ignora las necesidades y deseos de las comunidades locales. El constante flujo de turistas contribuye a la gentrificación, el aumento de los precios de la vivienda, y la transformación de áreas residenciales en zonas comerciales orientadas exclusivamente al turista. Esta situación, exacerbada por la presión para mantener altos niveles de ocupación y consumo, ha llevado a muchas ciudades a replantearse el modelo turístico predominante. Este odio al turismo de foto en ristre con móvil y palito más preocupado por el selfie que por otra cosa, comienza a hartar en muchas ciudades del mundo, no solo en España, claro. En todos los lugares donde a pesar de haber sido avisados con la pandemia de que no se debe dejar en manos de turistas gran parte de los ingresos efectivos del país, ahí seguimos erre que erre. Cuando les iba mal, poco más o menos que el ciudadano de a pie tenía que recatar a los hoteles y los grandes holdings de turisteo. ¡Pobrecitos, les iba fatal! Eso sí, al turista peninsular no nos rebajaron ni un euro y venga, ¡a llorar, a llorar!. Ahora les va muy bien y no se acuerdan del lloro y mucho menos de la tropa de a pie.
La Ecolabel de la UE, por ejemplo, al promover un turismo que respeta la autenticidad y la sostenibilidad, ofrece un marco para contrarrestar estas tendencias. Alojamientos como L’Avenc de Tavertet en Cataluña ilustran cómo el turismo puede desarrollarse de manera que beneficie tanto al medio ambiente como a la comunidad local. Este establecimiento no solo ha adoptado tecnologías sostenibles como la energía solar y el aerogenerador, sino que también ha fomentado una economía local integradora, animando a los visitantes a consumir productos y servicios locales. Con todo, parece que se trabaja para un futuro más razonable que el de los hooligans con sus borracheras diarias. Esto ha crecido como una plaga. Ni Ecolabel ni nada. ¿Quién quiere ecoturismo si hay alcohol, cervezas y tapas?
La Ecolabel como Compromiso con la Comunidad
El Hotel Somlom y otros establecimientos certificados por la Ecolabel en Cataluña adoptan un enfoque similar, integrándose de manera respetuosa en sus entornos naturales y culturales. Estos negocios no solo buscan minimizar su impacto ambiental, sino también maximizar su contribución positiva a la comunidad local. La Ecolabel sirve así no solo como un indicador de sostenibilidad ambiental, sino también como una señal de compromiso con el bienestar comunitario. Hacia ese futuro habrá que ir y habrá que pensar porque las ciudades con sus propietarios bandoleros de Sierra Morena, quieren enriquecerse incumpliendo la ley. Contraste tras contraste.
A pesar de los beneficios claros que la Ecolabel ofrece, la adopción de esta certificación enfrenta desafíos significativos. La falta de apoyo institucional y financiero es una barrera considerable para muchos empresarios que desean mejorar la sostenibilidad de sus operaciones. Como señala Jaume Sabé, la implementación de tecnologías sostenibles a menudo no cuenta con el respaldo económico necesario, un problema que las políticas públicas deben abordar para facilitar la transición hacia un turismo genuinamente sostenible.
La Ecolabel de la UE no es solo una herramienta para combatir el ‘greenwashing’ en la industria turística; es también un mecanismo esencial para redefinir el turismo en términos que respeten y beneficien tanto al medio ambiente como a las comunidades locales. En tiempos de «turismofobia» y descontento social, adoptar y promover esta etiqueta no es simplemente deseable, sino imperativo. Requiere un cambio de mentalidad que priorice la calidad del turismo sobre la cantidad, y un compromiso renovado de todos los actores, desde los gobiernos hasta los individuos, para asegurar que el turismo contribuya de manera positiva y sostenible al tejido social y ambiental de nuestras ciudades. Ojalá se puedan cumplir unas previsiones que más parecen castillos en el aire.
por Rosa Amor del Olmo
11/8/2024
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