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Leopoldo Alas Clarín y el movimiento obrero

Eduardo Montagut

En nuestras investigaciones sobre el movimiento obrero socialista encontramos, con mucha frecuencia, verdaderas joyas. Este es el caso que aquí nos ocupa: dos artículos sobre la relación entre la literatura de Leopoldo Alas Clarín y el movimiento obrero publicados a finales de 1971 por Felipe Lorda Alaiz, un destacadísimo intelectual socialista catalán.

Pero antestenemos que recordar a Lorda Alaiz (1918-1992), que después de ser represaliado y prestar el servicio militar estudió en Zaragoza y Madrid, Filosofía y Letras y Lenguas Clásicas, respectivamente, enseñó en Madrid y marchó a trabajar en Holanda en una editorial y en una radio. Regresó a España en 1953 dedicándose a escribir en publicaciones y a traducir, y luego en Londres trabajó para la BBC, casándose con Josefina Vidal Morera. Entre 1960 y 1977 vivieron en Holanda, y Lorda Laiz ingresó en la UGT y el PSOE de Utrecht. En Ámsterdam sería catedrático de Lengua y Literatura Castellana, sin dejar de tener una activa vida en lo orgánico en ambas organizaciones socialistas. Al regresar a España fue secretario general de la FETE-UGT de Cataluña y secretario de Cultura del PSC. En las elecciones generales de 1977 fue elegido diputado por Lleida, y en 1980 diputado autonómico por Barcelona, siendo reelegido hasta su fallecimiento.

En diciembre de 1971 en Le Socialiste Lorda Laiz reflexionó sobre la figura de Clarín en relación con el movimiento obrero en sendos artículos.

Lorda valoraba a Clarín como uno de los escritores fundamentales de la historia de la literatura española de la segunda mitad del siglo XIX, aunque también afirmaba que el primer puesto lo tendría Pérez Galdós. Pero consideraba que, en todo caso, Leopoldo Alas era uno de los hombres más esclarecidos e íntegros del período de la Restauración que, por otro lado, era el momento del auge del movimiento obrero en España, el período en el que, siempre según su magisterio la lucha de clases iba adquiriendo “caracteres más concretos y orgánicos”. Clarín había demostrado en La Regenta su maestría a la hora de radiografiar a la sociedad de su época, por lo que presenció el fenómeno obrero, pero la pregunta era ¿con qué ojos y con qué ánimo?

Para estudiar esta preocupación, Lorda comenzaba por realizar un personal análisis de la realidad política española desde el nacimiento del escritor para llegar al momento de la llegada de la Restauración cuando estaba a punto de escribir su obra, El Derecho y la Moralidad, cuyo título ya nos demostraría las preocupaciones de nuestro protagonista.

Es evidente que Clarín no era marxista. En todo caso, a Lorda le constaba que conocía El Capital, aunque no sabe si llegó a leerlo, pero citaba la obra en su cuento Un jornalero, texto que considera clave para su estudio. La impresión que se sacaría de su lectura sería que Leopoldo Alas no llegó a vislumbrar la magnitud del fenómeno histórico. Desposeía de todo rasgo de nobleza y generosidad, y no concedía la menor beligerancia moral o social a aquel “tropel de socialistas y anarquistas o Dios sabe qué”, que irrumpían blandiendo fusiles y antorchas incendiarias para pasar por las armas por puro instinto animal a un “burgués sabio” y reducir a cenizas a una biblioteca, demostrando, en opinión de nuestro autor catalán, que Clarín no había pisado nunca una Casa del Pueblo. Clarín hacía un retrato muy negativo del líder o cabecilla del grupo, un demagogo retórico y presuntuoso, de los que ya abundaban muchos en su tiempo, además de considerar que todo el grupo estaban poseído de una “brutalidad apasionada”. Por su parte, el “sabio burgués” había intentado salvar la biblioteca cuyos libros eran inocentes, además de que contenían, como avisaba el propio “burgués”, obras socialistas y comunistas del 48, de Lassalle, y el propio El Capital de Marx.

Así pues, Lorda Alaiz consideraba que cuando Clarín abordaba la lucha de clases lo hacía desde “esquemas mentales impermeables” a dicho fenómeno y, en conclusión, contrarios. Recordaba como los principales estudiosos del escritor habían hablado de la evolución de Clarín desde una postura afín al socialismo de tipo krausista hasta una visión o planteamiento propio del misticismo.

A pesar de todo ello, en ¡Adiós, Cordera!, sin parecer proponérselo, de forma ingenua, elaboraría una anécdota donde se podría ver los inicios de la cuestión de la lucha de clases.

En principio, la narración breve podía sintetizarse en que el mundo civilizado e identificado con el progreso atropellaba al de la Naturaleza, el sentimiento y la bondad. La civilización sería una creación monstruosa del hombre que atentaría gravemente y de forma criminal contra el hombre. La civilización sería, por lo tanto, inhumana. Así pues, estaríamos ante una admonición, siempre según Lorda Alaiz, de lo que vendría después. De ese modo, Clarín sin parecer pretenderlo, y seguramente buscando una versión moderna del clásico “menosprecio de corte y alabanza de aldea”, nos estaba demostrando el funcionamiento de una sociedad injusta.

En la narración se mostrarían dos mundos perfectamente diferenciados. Uno sería el del prado de Somonte, remedo de la Arcadia feliz, en el que los niños Rosa y Pinín, y la vaca “Cordera”, en plena armonía con la Naturaleza, y estrechamente unidos por el amor, gozaban de paz y ventura. Este ambiente arcádico estaría en correlación con la patria chica, el campo, con una economía basada en el duro trabajo manual del proletariado campesino abandonado a su suerte. Pues bien, dicho mundo sería violado por la intrusión del progreso técnico (telégrafo y ferrocarril). Aunque solamente aparecía esbozado sería el mundo que podía identificarse con el orden de la España del momento con sus clases rectoras donde se mezclaban las reminiscencias en parte del Antiguo Régimen (“rey, señores, curas”) y con los nuevos representantes del poder económico, aunque fuera en versión “carpetovetónica” (“ricos, indianos, amos o propietarios, contratistas, comisionados, rematantes, mayordomos”), todos ellos promotores o usufructuarios del progreso técnico, el mundo de la civilización, creado por el capitalismo. Clarín esbozaba este segundo universo de manera que movería a repulsión frente al otro. Después estaría el curso de la acción que pasaría de un equilibrio inicial entre ambos universos hasta el triunfo del segundo, en seis pasos que Lorda explicaba. El relato sería la historia de un sacrificio cruento de los débiles y desposeídos frente a los fuertes y poseedores, un sacrificio que calificaba de bárbaro e inevitable, y que seguiría siéndolo hasta que no se revirtiera el sistema capitalista.

Terminados de escribir sus dos artículos, el autor explicaba que había conocido que se acababa de publicar por Sergio Beser de la UAB, y publicado en Estados Unidos en 1970 un trabajo titulado, Leopoldo Alas o la continuidad de la Revolución. Al parecer, en este trabajo se confirmaría la tesis de Lorda Alaiz. En la obra se explicaba que, en 1900, ya cerca de fallecer, Leopoldo Alas descubrió en una reunión de socialistas, presidida por el retrato de Marx, las masas que podían hacer realidad su ideal republicano. La situación le fascinó, pero no llegó a comprenderla del todo porque nunca dejó de tener una mentalidad liberal-burguesa. Por eso, advertía la presencia de la lucha de clases, pero sin llegar a entender su sentido profundo y su alcance.

Sobre Lorda Alaiz podemos consultar el Diccionario Biográfico del Socialismo Español. Por su parte, los artículos, que han servido como fuente de nuestro trabajo han sido: “Leopoldo Alas (Clarín) y el movimiento obrero”, Le Socialiste, número 506 (9 de diciembre de 1971), y “Clases en lucha y lucha de clases en el cuento ¡Adiós Cordera!, de Leopoldo Alas”, Le Socialiste, número 507 (16 de diciembre de 1971).


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