Eduardo Montagut
Fernando de los Ríos publicó un artículo en El Socialista, que lo destacó en su primera página, el 5 de septiembre de 1921 titulado “La tragedia de Marruecos y el honor”. La opinión del intelectual giraba en relación con la imposibilidad que tenía España de ejercer ningún tipo de misión en Marruecos, dado su atraso.
Fernando de los Ríos comenzaba planteando que la economía española se había desarrollado extraordinariamente en el período que transcurrió entre 1902 y 1909. Pero esa riqueza generada no se había invertido ni en educación, ni en sanidad, ni posibilitó un aumento del nivel medio de vida. La elevación de los impuestos no había servido para satisfacer las exigencias de la política social. Entonces, ¿dónde se había gastado la riqueza generada? Pues en la campaña de Marruecos, que comenzaría en 1909.
Así pues, ese año marcaba el inicio de una nueva etapa en la Historia financiera de España. Lo que había sido superávit se trocó en déficit.
Pero, paralelamente al desarrollo de la empresa marroquí se fue desarrollando, siempre según el intelectual socialista, el órgano militar y policial en España con el fin de asegurar la paz interior, y que era el nombre que se empleaba para designar el “apagamiento forzado de la conciencia del país”. En este sentido, recordaba que no hacía muchos meses las Cortes negaban dinero para la enseñanza, alegando la situación del Tesoro. Fernando de los Ríos siempre fue un intenso defensor del fomento educativo como instrumento no sólo para favorecer la igualdad, sino también para el desarrollo del país en todos sus aspectos.
Fernando de los Ríos afirmaba que se decía que la acción en Marruecos se hacía por honor para el país, y porque Marruecos era la ocasión de tener un lugar en la política internacional. Pero invocar un principio moral como era el honor quitaba serenidad al juicio. Y, a propósito, por lo tanto, de esta acción, el político socialista se preguntaba si Marruecos era una cuestión de colonización. Pues bien, según su opinión, ni Maura se había atrevido a afirmarlo. La cuestión de Marruecos se había planteado como un problema de protectorado, como una tutela circunstancial sobre pueblos sobre los que había que capacitar. Pero para cumplir esa misión se requerirían cualidades y medios, y España no era apta ni disponía de recursos para ello, por lo que lejos de cumplir con ese empeño de honor, solamente hacía muestras de vanidad.
Fernando de los Ríos consideraba que los países pesaban en el mundo no por la extensión de tierra que albergasen sino por su “densidad espiritual y científica” como creadora de la riqueza interior y de la justicia social.
No quería emplear el punto de vista de Jaurès sobre el colonialismo en relación con los socialistas sobre cómo ayudar a los pueblos para que creasen una personalidad susceptible de colaborar en la vida cultural de la Historia. No, en el caso español el problema era otro, era una cuestión previa, y tenía que ver, como había planteado anteriormente, sobre si España tenía personalidad para aceptar misiones de este género. La respuesta para De los Ríos era evidente. Un pueblo hambriento, analfabeto y fanático y que no había sabido asegurar un mínimo de justicia civil a sus nacionales debía negarse a desempeñar tal misión, y precisamente por cuestiones de honor, por respeto a si y a sus futuros intereses.
Hemos consultado el número 3920 de El Socialista, de 5 de septiembre de 1921.
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