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Detección de la violencia en etapas

Rosa Amor del Olmo

Lenore Walker, psicóloga y autora de la Teoría del ciclo de la violencia en 1979, definió el ciclo de la violencia a partir de su trabajo con mujeres. Actualmente es el modelo más utilizado por las/los profesionales. Walker parte de la idea siguiente: lo más probable es, que tras aparecer un episodio de violencia doméstica, esta vuelva a repetirse. Su teoría se compone de tres fases, en las que varían el tipo de violencia ejercida sobre la mujer, la frecuencia en el tiempo y la gravedad de la misma.

Fase de formación o acumulación de tensión/es. Esta puede durar varios días, semanas e incluso meses. La victima percibe claramente cómo el agresor va volviéndose más susceptible, respondiendo con más agresividad y encontrando motivos de conflicto en cada situación. Aparecen, por tanto, pequeñas agresiones psicológicas, algún golpe o empujón, amenaza, etc., hacia la víctima. Existe un aumento gradual de tensión en el hombre de tal manera que la mujer, como teme que se produzca un nuevo episodio de violencia, hace todo lo posible para no molestarle y satisfacerlo. Esta situación genera en la mujer un comportamiento sumiso que llega, incluso a justificar, minimizar o negar lo sucedido para evitar así una respuesta con consecuencias peores por parte del maltratador. El maltratador empieza a mostrarse tenso e irritable, cualquier comportamiento de la mujer despierta en él una reacción de enfado.

La mujer sorprendida intenta hablar con él para solucionar el problema, ver la causa, pero esto sólo provoca más enfados en el hombre que la ve como excesivamente dependiente y empalagosa. La mujer, para no molestarle, comienza entonces a no hacer nada, intentando no expresar su opinión porque sabe que él expresará la contraria y entonces habrá “bronca”, también intenta hacer lo mínimo, entra en una fase de inmovilidad, pero esto tampoco salva a la mujer, ya que el hombre la acusará de ser casi un “mueble” que no hace nada, que es una persona anodina y si la mujer se queja, él lo niega todo y vuelca la culpabilidad en ella, y esa desigualdad que el hombre ha ido construyendo a lo largo de la relación es utilizada para callar a la mujer. La intenta convencer de que él tiene razón y no ella, que su percepción de la realidad es equivocada, y como ya hemos dicho, la desigualdad creada permite al hombre este comportamiento. Ella acaba dudando de su propia experiencia y se considera culpable de lo que pasa lo que va a reforzar todavía más el comportamiento del hombre.

Él se distancia emocionalmente, la mujer se asusta pensando que lo va a perder y que si esto ocurre será culpa de ella puesto que no ha sabido conservar su amor. El hombre ya no siente ningún amor, se distancia y cada vez está más irritable. Ella se disculpa una y otra vez, confiando en solucionar así la situación, pero el hombre se harta y siente necesidad de castigarla verbal, físicamente, o de ambas formas a la vez.

Fase de explosión violenta, agresión o maltrato agudo. Suele durar poco, minutos u horas. Se produce un episodio violento en el que se descarga la tensión acumulada en la fase anterior y finaliza cuando el agresor considera que la mujer ha aprendido la lección. La mujer simplemente acepta la violencia y espera que termine pronto. Al finalizar dicha fase puede aparecer un estado de incredulidad, de shock sobre lo ocurrido. En general, cuanta más antigua es la relación de violencia más frecuentes y peligrosas son las agresiones.

Cuando los agresores describen estos incidentes agudos se concentran en justificar su comportamiento. Con frecuencia, relatan una gran cantidad de insignificantes molestias que ocurrieron durante la fase uno. Algunas veces incluso culpan a la bebida o al exceso de trabajo. Como su nombre indica, el hombre acaba explotando, pierde el control y castiga muy duramente a su pareja, verbal o físicamente. La insulta, la golpea, rompe cosas, amenaza con matar a los hijos o hijas y a ella, le interrumpe el sueño, la viola.

La mujer, que sólo intentaba salvar la relación, se ve ahora impotente y débil, la desigual balanza que se ha establecido a lo largo de los años la paraliza. No toma represalias, todo el poder está en él, eso lo ha aprendido muy bien y la mujer entra en una “indefensión aprendida” que le impide reaccionar. La agresión se ha iniciado en un intento de darle una lección a la mujer y finaliza cuando el agresor considera que ha aprendido la lección; en ese momento la mujer ya ha sido severamente maltratada. El agresor intenta justificar sus actos, pero rápidamente se descontrola. Finalizado el episodio de violencia el agresor reconoce, con frecuencia, que su actuación ha sido desmedida, pero el daño ya está hecho.

Fase de arrepentimiento, reconciliación o “Luna de Miel”. Es la fase de calma en la que el hombre se asusta porque tal vez la mujer le deje, así que le dirá o hará cualquier cosa para que le perdone. Se comporta bien, le hace regalos, se arrepiente, le pide perdón, le pide otra oportunidad, le promete que cambiará e incluso que buscará ayuda profesional. El maltratador por un lado cree que será capaz de controlarse y por otro lado que la mujer ya ha aprendido la lección por lo que no volverá a comportarse de tal manera que él se vea obligado a maltratarla. La víctima así mismo cree que cambiará, que él no se pondrá violento nuevamente porque fue un mal día y no pudo controlarse.

Algo esporádico, todo reforzado por los nuevos y buenos comportamientos de él, que le lleva a creer que en realidad él es así, tal y como se comporta en esta nueva fase. La duración de esta fase es variable e incluso en determinados casos no se da el arrepentimiento del maltratador. El agresor se siente muy arrepentido de su conducta (por lo menos las primeras veces), pide perdón, promete cambiar. Y realmente cambia, durante esta fase se convierte en el hombre más “encantador” del mundo, le lleva el desayuno a la cama, le cura las heridas, incluso se hace cargo de las tareas domésticas, le cede todo el poder a ella. Cierto es que también está convencido de que ella ya ha aprendido su lección por lo que ella ya no volverá a comportarse de una manera “inadecuada” y él no se verá “obligado” a maltratarla.

La mujer en esta situación se siente en éxtasis, tiene el poder y a su hombre detrás responsabilizándose y amándola. Él deja de poner tantas restricciones, se relaja un poco y le permite las salidas. Si bebía deja de beber, incluso puede ir a terapia. La mujer, al ver estos cambios, le cree e intenta asimilar la situación pasada como una “pérdida de control momentánea” de su pareja que no volverá a repetirse. Piensa de verdad que no volverá a ocurrir, que él será capaz de hacer lo que ha prometido y, asimismo, piensa que ella podrá cambiarle y que las cosas serán mejores en el futuro. Las conductas que en este momento manifiesta el agresor le sirven para convencerse de que él en realidad es una buena persona o tiene buen fondo, y que los comportamientos de las dos fases previas no representan lo que realmente es su pareja.

Las características del maltrato, el hecho de que se dé de manera repentina e imprevisible, suele producir respuesta de indefensión y sumisión en la mujer, que tiene a su vez un efecto de reforzar el comportamiento agresivo del hombre ayudando a crear una espiral de violencia, dado que la intensidad de las conductas violentas se incrementa de manera progresiva, lo que Walker ha denominado:

Consecuencias del ciclo: Escalada de la violencia de género. Una vez que ha conseguido el perdón de su víctima, se siente de nuevo seguro en la relación, ya la ha recuperado y no tiene que seguir complaciéndola, empieza de nuevo la irritabilidad y los abusos y, cuando ella quiere ejercer su recién conseguido poder, la castiga duramente.

Cada vez la mujer es más dependiente, cada vez tiene menos energía para luchar (Indefensión aprendida). Es el marido o pareja, y no ella, quien controla estos ciclos y el que decide cuándo se acaba la Luna de Miel. Ella empieza a darse cuenta de que haga lo que haga no puede controlar el comportamiento de su marido, los malos tratos son arbitrarios e indiscriminados. La mujer sólo tiene energías para intentar mantenerse con vida dentro de la relación o para que no se implique a los hijos e hijas. Los ciclos de violencia se van sucediendo hasta que finalmente desaparece la Fase de “Luna de Miel”.

La detección y la prevención son las mejores maneras de impedir que esta lacra social siga adelante.

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