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ROSA LUXEMBURGO, UNA MUJER, UNA CAUSA

Por: Andrés Cascio*

“Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.”
“Quien no se mueve no siente las cadenas.”

Rosa Luxemburgo

Rosa Luxemburgo, nació en el seno de una próspera familia polaca de origen judío; excelente estudiante ya siendo adolescente, se empezó a distinguir por rebelarse y enfrentarse a la autoridad.

A la edad de tres años, Luxemburgo contrajo una enfermedad de cadera que fue tratada incorrectamente como tuberculosis, y la hizo caminar cojeando por el resto de su vida. Estuvo postrada en cama durante un año, período durante el cual aprendió a leer y escribir por sí sola.

Destacada pensadora, marxista pacifista, defensora de la igualdad, la equidad y la emancipación de la mujer, crítica con el feminismo burgués y ferviente opositora de la Primera Guerra Mundial.

Su brillante inteligencia le permitió estudiar a pesar de los prejuicios que imperaban contra las mujeres en ese entonces, y pese a la discriminación antisemita que existía en Europa contra los judíos. Rosa Luxemburgo hizo un doctorado en una época en la que poquísimas mujeres iban a la universidad. Se dice que hablaba once idiomas. Pronto destacó como una de las principales dirigentes de la socialdemocracia europea.

Rosa Luxemburgo comenzó su andadura intelectual, precisamente, intentando resolver el interrogante de por qué la revolución no parecía más cercana en el siglo XX de lo que lo pareció en el XIX. A la pregunta de si sería posible la llegada del socialismo a través de una reforma en vez de con la revolución que auguraba Marx, Rosa respondió, definitivamente, “no”. Afirmaba que una reforma del capitalismo sólo lo alteraría, pero no traería el socialismo democrático que ella deseaba. Era una firme partidaria del cambio pacífico, pero revolucionario en el sentido de cambiar por completo el sistema y esa transformación radical daría paso a una nueva sociedad, igualitaria y equitativa.

Lenin también fue objeto de críticas por su parte, en especial en lo referente a las concepciones que tenía sobre la democracia en el partido y la dictadura del proletariado. Ella postulaba por un menor dirigismo y una mayor integración de las bases en la dinámica partidista, y se oponía a la concepción del “centralismo democrático” de un partido de revolucionarios profesionales que defendía Lenin.

La propuesta de Vladimir I. Ulianov conduciría a una autocracia, que generaría más desigualdad y terminaría arrasada por los mismos proletarios que constituían la esencia de la mayor reivindicación en la historia.

“La libertad únicamente para los seguidores del Gobierno, únicamente para los miembros del partido – por numerosos que sean – no es libertad. La libertad es siempre la libertad de los disidentes. No por un fanatismo de ›justicia‹, sino porque todo lo que la libertad política tiene de vital, benéfica y purificadora depende de esta característica y deja de tener efecto si la ›libertad‹ se convierte en privilegio”.

Unas de las militantes más destacadas del SPD y cofundadora del movimiento espartaquista, Luxemburgo sentenciaba “Sin elecciones generales, sin libertad de prensa, sin libertad de expresión y reunión, sin la lucha libre de opiniones, la vida en todas las instituciones públicas se extingue, se convierte en una caricatura de sí misma en la que sólo queda la burocracia como elemento activo”.

Al conocerla se comentaba que la primera impresión era poco favorable, pero bastaba estar hablando con ella unos pocos minutos para descubrir la vida y energía que albergaba esa mujer de gran intelecto y oratoria impecable.

Se situó a la vanguardia en la lucha contra la guerra mundial. Era la consecuencia lógica de su lucha antimilitarista que provocó su encarcelamiento en varias ocasiones por el militarismo prusiano, acusada de «llamar a la rebelión», «incitar a los soldados a la desobediencia» e «insultar al emperador». Durante el tiempo que pasó en la cárcel escribió uno de sus ensayos más célebres: La crisis de la socialdemocracia, conocido también como Folleto Junius. En él explicaba que el conflicto bélico no poseía un carácter defensivo frente al zarismo ruso, sino que constituía una guerra imperialista surgida de las contradicciones y necesidades del desarrollo del capitalismo. 

Su amiga Henriette Roland Holst, la definió diciendo que era una mezcla de fuerza y ternura, descrita como una mujer pequeña, con una cabeza grande y rasgos típicamente judíos, con una gran nariz y una ligera cojera. Pacifista, defensora acérrima de la democracia en el seno de la revolución, luchadora incansable, feminista, una mujer imprescindible. Mientras caminaba, balanceando las caderas, por las calles soleadas, su rostro floreciente por la relajación después de las horas de esfuerzo de hablar o traducir, su voz y su sonrisa llenas de encanto y arrogancia; quienes la vieron así, conservaron el recuerdo de una criatura extraordinariamente encantadora. 

En 1898, tras casarse con Gustav Lübeck, el hijo de una amiga con quien nunca vivió, para obtener la nacionalidad alemana, se instaló en Berlín, en el que viviría por el resto de su vida para trabajar con el mayor y más poderoso partido constituyente de la Segunda Internacional, el Partido Socialdemócrata de Alemania.

En la época en que avanzaba en la lucha por las libertades y los derechos, en la que la fuerza de una esperanza se iba acrecentando paulatinamente, mientras se asentaba el capitalismo más oscurantista y perverso, en el tiempo en que la Gran Guerra iba a aparecer en el escenario global, Rosa Luxemburgo, manifestaba “Los negocios prosperan sobre las ruinas. Las ciudades se convierten en montones de escombros; las aldeas, en cementerios; las iglesias, en caballerizas; el derecho internacional, los tratados estatales, las alianzas, las palabras más sagradas, las mayores autoridades se desintegran; todo soberano por la gracia de dios considera a su igual del campo contrario como infeliz y perjuro; todo titulado ve al colega del otro bando como canalla consumado; todo gobierno considera a los demás como una maldición de su propio pueblo y los entrega al desprecio general”; en su libro crisis de la socialdemocracia, una descripción de su tiempo y grito de su pensamiento.

Impregnada de fuerza y vigor, pero siempre brindó sus brazos fraternales a los más desfavorecidos, Rosa Luxemburgo escribió alrededor de tres mil cartas, sobre todo, a amigas. Y por esas misivas sabemos cuánto apretó el puño de la rabia y cómo acarició el bálsamo de la amistad. A través de ellas, publicadas en un libro titulado, Soy Feliz en la Tormenta, podía desentrañarse la figura de una persona humanista, sensible, cuya aspiración era, sin duda, la transformación de la sociedad, en un espacio común libre, republicano y comprometido con la igualdad y la libertad. Una de sus banderas de lucha fue la «cuestión de la mujer» y el feminismo. No habría modo de que se autodenominara feminista cuando, en ese momento, el término caracterizaba a mujeres burguesas y sufragistas que no buscaban necesariamente una transformación radical del capitalismo. Sin embargo, tampoco es posible afirmar que Luxemburgo combatiera esa expresión política, pero detestaba una supuesta batalla trufada de eufemismos, como la participación del hombre en algunas tareas o el uso del lenguaje, más generalista o inclusivo; Ella abogaba por una igualdad absoluta como miembros de una misma especie, el ser humano, sin distinción conductual, caracterológica o discursiva.

En la casa natal de los Luxemburgo, la educación era muy importante y Rosa consiguió ser admitida en una escuela donde las lecciones se daban en ruso y los estudiantes ni siquiera podían hablar en polaco. Los Luxemburgo hablaban alemán en casa y parece que Rosa también conocía el Yiddish; No nos consta que lo usara en su casa, pero parece ser que cuando estaba en la cárcel hablaba con algunos prisioneros compañeros suyos en Yiddish, dado que los guardias no lo hablaban.

Se doctoró en Filosofía y Derecho por la Universidad de Zúrich en 1897 con la tesis El Desarrollo industrial de Polonia, su primera contribución a la economía. Consiguió inmediatamente que se la publicaran y fue reseñada en Alemania, Polonia y Rusia. En la tesis, analizaba el crecimiento de la industria polaca en el siglo XIX, demostrando que la Polonia rusa se había hecho tan dependiente del mercado ruso que las demandas políticas de independencia eran poco realistas.

Rosa Luxemburgo se convirtió en líder del ala izquierdista de los socialistas germanos, participando en cualquier tarea que creyese que adelantaría la revolución del proletariado contra la burguesía. Se hizo conocida por sus detractores como “The Red Prima Donna”. Tuvo un chispazo de genio ante el surgimiento de la primera revolución rusa, al indignarse con la forma en que se estaba produciendo, La revolución debe de hacerse desde abajo.

El 15 de enero 1919, Rosa Luxemburgo y su co-ideario Karl Liebknecht son asesinados en Berlín por los soldados que reprimen el levantamiento.

El presidente de la República de Weimar, Friedrich Ebert, quien hubiera sido pupilo de Luxemburgo, ordenó a los Freikorps que detuvieran la rebelión. Este grupúsculo paramilitar, considerado una especie de protonazis, con saña y alevosia, los mataron sin escrúpulos y sus cuerpos fueron arrojados a un barranco, cerca del rio.

Cuatro meses y medio después se encontró un cadáver que se concluyó que era el de Rosa Luxemburgo a juzgar por sus guantes y los restos de su vestido. Si bien no se puede afirmar que esos fueran sus verdaderos restos, su hallazgo y posterior entierro fue un evento que permitió expresar al pueblo el dolor y el sentimiento de buscar justicia. Odiada y amada a partes iguales, quienes la idolatraban hicieron mucho ruido para que el mundo supiera que se había ido una gran líder.

Sería despedida en su entierro por su amiga Clara Zetkin, compañera en la liga espartaquista, con las siguientes palabras: “En Rosa Luxemburgo, la idea socialista fue una pasión dominante y poderosa del corazón y del cerebro; una pasión verdaderamente creativa que ardía incesantemente. Rosa fue la afilada espada, la llama viviente de la revolución”.

“Cubierta de vergüenza, deshonrada, chapoteando en sangre, nadando en cieno: así se encuentra la sociedad burguesa”, así es ella, crisis de la socialdemocracia.

Rosa Luxemburgo

* Andrés Cascio, Doctor, Psicólogo Clínico y Social, Conferenciante. Librepensador, Escritor y articulista Profesor retirado de la Universidad de Barcelona, experto en vinculación académica internacional, ha sido experto internacional y Catedrático de la Escuela de Especialización de la O.E.A. Director de Proyectos de UNICEF (Panamá) y experto en proyectos del Fondo Social Europeo. España. 1990. Profesor invitado de distintas Universidades y Escuelas de Negocios de España y América Latina. Fundador del Club de Opinión Liber Cogitatio, en las Comarcas Gironinas.


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