La resiliencia es una rama englobada dentro de la psicología positiva. Es uno de los pilares sobre los que se fundamenta dicha psicología positiva, junto al flow, la introspección, la creatividad y el optimismo. Aprender a ser resiliente es uno de los mayores desafíos que se pueden tener, hoy, en el ámbito educativo. Dicho ámbito no debe centrarse exclusivamente en los aspectos académicos, sino que desde la etapa infantil, se integra en la literatura, en la lectura y en todo proceso fundamental del crecimiento del individuo.
La psicología tradicionalmente se centró en la psicopatología y en el dolor emocional, y en cómo encontrar los modos de paliarlo y superarlo, pero dejó de estudiar a aquellas personas que se sienten plenas, felices y realizadas, así como todas esas cualidades o características que hacen que una persona se sienta bien o los factores que hacen que valga la pena vivir la vida.
Ambos aspectos son importantes y es fundamental su equilibrio. La resiliencia es la capacidad universal que nos permite desarrollarnos a partir de la adversidad. Parte del dolor para llegar al bienestar y al crecimiento, no solo a nivel personal, sino como impacto en otros o en la sociedad.
Las personas positivas y vitales afrontan mejor los acontecimientos traumáticos, como la muerte o la enfermedad de un familiar o un ser querido. Se sobreponen mejor y adquieren nuevos conocimientos tras la experiencia para afrontar mejores situaciones similares en el futuro.
Esta capacidad de hacer frente a las experiencias traumáticas e incluso obtener beneficios de ellas, permite sacar lo mejor de uno mismo en momentos adversos. Se trata de construir desde la adversidad, de crecer con las crisis y de desarrollarnos como seres humanos, aprovechando lo mejor que tenemos en nosotros mismos: nuestra capacidad de aprender en momentos críticos. El cambio de paradigma, de un modelo de daño a un modelo de crecimiento, supone dar importancia a la adquisición y mejora de capacidades.
La resiliencia también es la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse de forma adecuada a la adversidad y de desarrollar competencias sociales, vocacionales, motivacionales y académicas independientemente de los acontecimientos adversos a los que se esté expuesto. Estas situaciones dolorosas, estresantes o negativas sirven para crecer y fortalecerse. Resiliencia y educación coinciden en ese camino de enseñanza y aprendizaje. Proceso de vivir y aprender. Vivir la vida de la mejor manera posible, desde el bienestar, a pesar del sufrimiento o la pérdida. La educación actual requiere que nos adaptemos a cambios, que seamos creativos, que superemos limitaciones y adversidades, y adquiramos valores, al igual que la capacidad de resiliencia.
A lo largo del proceso educativo, tanto profesores como alumnos van a pasar por situaciones de frustración, pérdida, abandono, rechazo o dolor, tanto personal como profesionalmente. Aprender de ello y que sirva para fortalecer también los momentos de éxito, de cooperación o de satisfacción, forma parte del proceso de resiliencia. De ahí su importancia en el ámbito educativo.
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