
RAO
En el extenso y sofisticado universo de las muletillas españolas —que incluye joyas como «en plan», «a ver», «ya te digo» o «yo no soy racista, pero»— existe una expresión que destaca por su poder pasivo-agresivo, resignado y profundamente ibérico: «qué quieres que te diga».
Se trata de una frase que, en apariencia, parece inocente, incluso educada. Pero no nos engañemos: es el cuchillo jamonero del lenguaje coloquial. Sirve para todo. Es el punto y final de una conversación, la barrera infranqueable del debate y el equivalente verbal de encogerse de hombros con superioridad moral.

Modalidad 1: «Yo tengo mi opinión y tú la tuya»
—Yo creo que la tortilla de patata lleva cebolla.
—Pues yo sin cebolla.
—Bueno, qué quieres que te diga…
Traducción: «No voy a discutir contigo porque ya te estás retratando tú solo con tu aberración culinaria.»
Modalidad 2: La resignación elegante
—¿Otra vez a casa de tu cuñado en Navidad?
—Sí, este año le toca a él. Qué quieres que te diga.
Traducción: «Preferiría meter la cabeza en una olla exprés antes que volver a oír su discurso sobre criptomonedas, pero me callo porque no me queda otra.»
Modalidad 3: Juzgando pero sin juzgar
—Me he comprado un bulldog francés por 900 euros.
—Ah, muy bien. Qué quieres que te diga.
Traducción: «Estás tirando tu dinero en algo que respira como Darth Vader y no puede subir escaleras, pero yo aquí, siendo correcto.»
Modalidad 4: Cortocircuito emocional
—Es que me dejó por WhatsApp y encima el mismo día que murió la abuela.
—Buah, qué quieres que te diga…
Traducción: «No tengo las herramientas emocionales ni lingüísticas para afrontar este drama, así que te lanzo esta frase comodín y que Dios reparta suerte.»
Modalidad 5: Te aguanto, pero por dentro te juzgo
—He dejado el trabajo fijo porque quiero dedicarme al tarot.
—Ajá. Qué quieres que te diga.
Traducción: «Eres un alma libre, sí, pero la hipoteca no se paga con energía astral.»
Resumiendo
«Qué quieres que te diga» es el equivalente verbal a darle una palmadita en la espalda a alguien mientras en tu cabeza haces las maletas y te mudas a otro planeta. Es la frase que usamos cuando queremos cerrar el tema sin parecer desagradables, pero también sin ceder ni un ápice.
Así que la próxima vez que alguien te diga algo con lo que no estás del todo de acuerdo, o que simplemente te deja sin palabras, respira hondo, arquea ligeramente una ceja y suelta con calma y elegancia:
—Qué quieres que te diga.
Y que el silencio haga el resto.
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