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Pablo Iglesias ante el ocio del rey en 1922, por Eduardo Montagut

Iglesias se preguntaba cómo era posible esta “borrachera de fiestas” cuando se lloraban las víctimas de la Guerra de Marruecos. No debemos olvidar que solamente había pasado un año del Desastre de Annual, y seguía la sangría

Pablo Iglesias clamó en un artículo de El Socialista de septiembre de 1922 contra las diversiones reales aquel verano, considerando que era incomprensible que se produjeran frente a los males que padecía en un país que estaba gastando grandes cantidades de dinero y perdiendo miles de vidas en la Guerra de Marruecos.

Los “regocijos reales” habían comenzado en la ciudad francesa de Deauville, cuyo principal protagonista había sido el rey Alfonso XIII. En este sentido, y no lo contaba Iglesias, debemos recordar que el veraneo en esta localidad normanda por parte del rey debió ser apoteósico. Allí pasó unas semanas con el marqués de Viana. Deauville fue famoso en aquella época como lugar donde la aristocracia jugaba al polo y al golf, además de estar constantemente de fiesta.

Sobre la vida crápula en ese verano francés existe un documentado artículo de Ana Vega Pérez de Arculea en El Correo, cuya lectura recomendamos.

Pero el verano no terminó en Francia. Pablo Iglesias nos habla de las carreras de caballos en San Sebastián, donde el caballo Rubán le había proporcionado al monarca medio millón de pesetas de 1922, sin olvidar que también había ganado una buena suma el marqués de Alhucemas, figura clave del liberalismo español. Ese triunfo fue celebrado en un gran banquete. Iglesias valoraba irónicamente que por fin se habían democratizado este tipo de ágapes porque había sido invitado el jockey que había montado al caballo victorioso.

El día 17 de septiembre había tenido lugar un gran baile en Miramar, la residencia real en Donosti, con cuatrocientos invitados. Al día siguiente, los reyes habían salido para Biarritz para asistir a una fiesta organizada por la colonia española. Además, el rey iba a viajar para Bayona para presenciar una de las principales jornadas hípicas, que debía empezar el día 24 d septiembre.

Iglesias se preguntaba cómo era posible esta “borrachera de fiestas” cuando se lloraban las víctimas de la Guerra de Marruecos. No debemos olvidar que solamente había pasado un año del Desastre de Annual, y seguía la sangría. El rey se divertía y seguía habiendo cautivos en el Rif. Para Iglesias todo esto jolgorio era incomprensible, como decíamos al principio, y solamente parecía entenderse “pensando que los que tal hacen son empujados a ello por un viento de locura”.


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