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Los apoyos del franquismo

Eduardo Montagut

Ninguna dictadura pervive solamente con el recurso permanente de la represión y el temor. Las dictaduras siempre tienen apoyos sociales, de instituciones y organizaciones. En este brevísimo trabajo desbrozamos esta cuestión para el caso del franquismo. El estudio de los sectores sociales nos puede ayudar a entender, además, las pervivencias franquistas tantos años después de desaparecido el dictador.

El franquismo gozó desde sus inicios del apoyo de determinados sectores sociales, ya fuera por su identificación con la defensa de los valores tradicionales de la sociedad, ya por la autoridad desplegada ya por su obsesión por el orden público. Entre ellos, destacarían los pequeños y medianos propietarios rurales, las clases medias urbanas, la oligarquía capitalista y empresarial, el Ejército y la Iglesia.

La mentalidad tradicional, defensora de la familia según lo establecido por la Iglesia, la propiedad privada y la religión, se concentraba en el medio rural, y más propiamente en la España rural situada al norte del Tajo donde predominaba el pequeño y medio propietario, y donde triunfó con facilidad la sublevación. Las clases medias de las pequeñas y medianas ciudades españolas participaban, en gran medida, de esta mentalidad, además de incidir más en las cuestiones de orden público.

La oligarquía económica tuvo siempre muy claro dónde estaban sus simpatías ideológicas. Sus miembros necesitaban un poder fuerte con sus mecanismos de control social para eliminar cualquier tipo de conflictividad laboral, y que no emprendiera reformas económicas y sociales que tocasen beneficios y privilegios seculares.

El Ejército y la Iglesia constituyeron dos instituciones básicas del nuevo régimen. Su poder e influencia impregnaron todos los aspectos de la vida política, social y cultural de España. Los militares, además, ocuparon siempre cargos importantes, incluidos ministerios en los gobiernos. El clero vio en el franquismo la protección frente al anticlericalismo. La Iglesia recibió todo tipo de apoyos, ayudas, prebendas y el control de la enseñanza. El Estado fue declarado oficialmente católico. El régimen asumió la defensa de la religión en su faceta integrista y el mantenimiento de la Iglesia como asunto prioritario.

El clero agradeció estos privilegios con una permanente propaganda a favor del régimen, que puede ser definido como nacionalcatólico. En todo caso, la evolución de la Iglesia desde el Vaticano resquebrajaría un “matrimonio” que había funcionado desde el inicio de la Guerra Civil, considerada como Cruzada.


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