
Rosa Amor
La vida de todo individuo incluye cambios y, a veces, crisis que ponen a prueba su identidad. Durante la infancia y la adolescencia especialmente, las transiciones –cambios de colegio, mudanzas, la llegada de un nuevo hermano, la separación de los padres, la pérdida de un ser querido, por ejemplo– pueden generar incertidumbre y confusión en los niños sobre quiénes son y cuál es su lugar. En estas situaciones, la literatura infantil puede ser un refugio y una guía. Carmen Gil Martínez enfatiza el valor de la literatura infantil como espejo de situaciones de cambio que los alumnos pueden estar experimentando. Un cuento o novela que aborda, digamos, la experiencia de empezar en una escuela nueva, puede ayudar al niño lector a entender y gestionar sus propias emociones al respecto, al verse reflejado en el protagonista y al aprender de cómo este afronta la situación. La identificación con personajes que atraviesan crisis similares brinda al lector joven un sentimiento de acompañamiento: descubre que no es el único al que le ocurren ciertas cosas y que existe la posibilidad de superarlas.
En momentos de crisis de identidad más profundos, como pueden ser los miedos intensos, los traumas o simplemente las etapas difíciles de crecimiento, la literatura ofrece relatos simbólicos que tocan las fibras más íntimas de la personalidad. El psicólogo Pedro López Tamés destaca que «el cuento, por su irrealidad, por su ambigüedad, afecta a dimensiones profundas de la personalidad, al miedo preexistente en la textura de nuestro sistema nervioso, experiencias atávicas que el hombre en su fragilidad de infancia revive» (López Tamés, 1990, p.54). Esta observación subraya cómo los cuentos de hadas y otras historias fantásticas conectan con miedos y anhelos universales arraigados en el subconsciente. Por ejemplo, cuentos tradicionales donde el héroe se pierde en el bosque o enfrenta a un monstruo pueden resonar con el miedo infantil a la separación o a lo desconocido. Al leerlos, el niño revive esos temores en un entorno controlado y simbólico, lo que le permite procesarlos y eventualmente superarlos. La ficción actúa así casi como una terapia narrativa, ofreciendo tramas de crisis y resolución que ayudan al lector a dar sentido a sus propias experiencias caóticas o dolorosas.
La literatura brinda además recursos emocionales para afrontar la adversidad. Un personaje literario que sale fortalecido de una prueba difícil puede inspirar al lector a sobrellevar sus retos personales con valentía y resiliencia. En términos psicológicos, podemos vincular esto con las etapas del desarrollo descritas por Erik Erikson: la niñez media y tardía corresponden a tareas como iniciativa vs. culpa (es decir, el equilibrio entre atreverse a actuar por cuenta propia o sentir culpa por hacerlo) y laboriosidad vs. inferioridad (desarrollar la confianza en las propias capacidades frente al sentimiento de no ser suficientemente bueno). Los niños se enfrentan a estas encrucijadas identitarias mientras crecen, y la literatura puede ofrecer ejemplos concretos de cómo otros (ficticios) las manejan. Un cuento donde el protagonista aprende de un error en lugar de hundirse en la culpa, o una novela donde un niño inseguro descubre su habilidad especial y supera sus complejos, pueden aportar modelos de conducta y autoimagen positivos. En el aula, los docentes pueden valerse de lecturas seleccionadas para acompañar a sus alumnos en épocas de cambio: desde libros sobre la pubertad, hasta historias sobre inmigración o duelo, existen obras pensadas para ayudar a los jóvenes a navegar sus crisis de forma constructiva.
En síntesis, la relación entre literatura e identidad se intensifica en las situaciones de cambio o crisis: cuando el terreno de la identidad personal tiembla, las historias ofrecen puntos de apoyo, ya sea normalizando la experiencia (“esto le pasa también a este personaje”) o mostrando caminos de adaptación y crecimiento. Para el desarrollo integral de niños y adolescentes, resulta valioso incorporar lecturas que reflejen esos desafíos y promuevan la resiliencia y la comprensión de sí mismos en momentos difíciles.
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