
Eduardo Montagut
Los animales son protagonistas indiscutibles de la simbología por sus características o cualidades, actividades y por sus relaciones con los dioses, la religión y con el hombre.
Contamos con el animal domado frente al animal salvaje, pero, sobre todo, la relación del animal con el hombre, siendo muy significativo el tema de la lucha entre ambos, tanto si aquel es natural o fabuloso. La victoria del hombre suele terminar con la muerte del animal o con su domesticación, siendo estas cuestiones muy recurrentes tanto en la mitología de griegos y romanos, como en ámbito medieval.
Los hombres son seres equívocos, pero los animales son unívocos, es decir, poseerían cualidades positivas o negativas pero constantes.
Dada la diversidad, complejidad y evolución biológica de los animales, se convierten en protagonistas de la jerarquía de los instintos.
La lucha entre los animales tiene su propia simbología, que se puede asociar en algunas culturas al triunfo del día sobre la noche, o del bien sobre el mal, como cuando vence el toro al león.

Los animales también se vinculan con los elementos en función de su hábitat natural, aunque sean muy distintos entre sí; algo que nos puede llamar la atención, como en el ejemplo que exponemos. Las aves acuáticas, los peces y los anfibios tendrían, en principio, muy poco en común, pero las distintas tradiciones y culturas los relacionan y hasta vinculan a lo que se conocería como las “aguas primordiales”. Por eso, esos animales adquirirían significados en relación con los distintos mitos sobre los orígenes de la vida, o de las resurrecciones.
En las distintas mitologías, y podemos empezar por la egipcia, la presencia de los animales es más que constante. Tenemos al carnero con sus cuernos encarnando la fuerza, siendo el símbolo de Amón Rá; el buey simbolizaba a Osiris, el dios de la fertilidad y en relación con la agricultura; la serpiente barbuda era el buen genio, mientras el toro era Apis. El chacal simbolizaba a Anubis, el escarabajo con cabeza de carnero sería el Nilo, el buitre, Neith; el sphinx barbudo era Phreh; el halcón representaba a Horus o a Pheh, el Sol, pero sí el halcón llevaba un disco en la cabeza simbolizaba a Hathor y luego a Hermes Trismegisto, que se asociaría a una suerte de sincretismo entre el dios egipcio Thot y el griego Hermes. Los animales, por fin, aparecen como obra de Dios en la Biblia. En masonería los animales se introducen porque podrían representar virtudes y máximas. Además, suelen aparecer con una gran frecuencia en los altos grados, aunque también estarían en la masonería simbólica. No olvidemos que, en algunos ritos, como el conocido de la Estricta Observancia, un maestro debía tener las supuestas cualidades del león, el mono y el águila. Del león el maestro aprendería el valor y el corazón, pero del mono sacaría la inteligencia y la vivacidad. ¿Y del águila?: la audacia y la vista.
Hoy en la cultura popular seguimos creyendo que los animales simbolizan cualidades, vicios y virtudes, un poco como herederos del género de las Fábulas del siglo XVIII. Pensemos, por ejemplo, que vinculamos al gallo con la virtud de la vigilancia, o que la paloma tendría que ver con la inocencia, mientras que un pavo es el símbolo de la vanidad. Los tigres simbolizan la fiereza, mientras que los leones el valor. Los asnos siguen siendo para muchos sinónimos de ignorancia, mientras que las mulas de la terquedad. Los perros son fieles porque se ha hecho un lugar común decir que son los mejores amigos del hombre. Peor suerte tendrían los lobos, considerados crueles, mientras que las raposas serían emblema de la astucia. Y entre los insectos, las hormigas tienen un alto valor simbólico, como ejemplo de la economía, mientras que las abejas son el prototipo del trabajo en común. Y podríamos poner muchos más ejemplos.
¿Y el mundo de los animales fabulosos? Los Bestiarios como recopilaciones o compendios de estos animales nos han ofrecido relatos, descripciones para enseñarnos muchas cosas, como guías que fueron en la Edad Media con el fin de que se conociesen los peligros que nos podrían acechar en el viaje, además de para fascinar al lector con imaginación de hoy en día. Este libro nuestro no ha renunciado a ellos. ¿Podríamos no tener en cuenta a las esfinges, por ejemplo?
Tampoco podríamos entender las artes figurativas desde la misma Antigüedad hasta hoy en día sin la presencia constante de animales simbolizando multitud de cuestiones, siendo protagonistas o atributos de personajes de todo tipo. ¿Se acuerdan del león con San Marcos o con San Jerónimo?, ¿y la serpiente tentando a Adán y Eva? Los ejemplos que podemos presentar son innumerables.
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