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La Convención de Seneca Falls y la emancipación de la mujer

Eduardo Montagut

La Convención de Seneca Falls, celebrada en julio de 1848, constituye un hecho histórico de primera magnitud en la historia de la lucha por los derechos de las mujeres no sólo en Estados Unidos, sino en el nivel general.

Las mujeres norteamericanas no disfrutaban de muchos derechos, en un país que había sido pionero en el reconocimiento y garantía de los derechos individuales desde su lucha por la independencia. No podían votar, cobrar cheques, pedir el divorcio, ni obtener la custodia de los hijos menores al quedarse viudas o en los divorcios.

Pero las mujeres en Estados Unidos fueron muy pronto protagonistas de muchas iniciativas. Las mujeres de los pastores protestantes siempre habían desarrollado una gran actividad en las respectivas Iglesias, especialmente en el campo de la docencia, así como en el de la sanidad. Muchas mujeres se organizaron en agrupaciones para desempeñar estas tareas, y también algunas relacionadas con la propia religión y la espiritualidad. En este contexto, los cuáqueros fueron pioneros en ofrecer un papel importante a las mujeres tanto en los oficios religiosos como en la organización de la caridad y las ayudas.

Toda esta práctica hizo que, trascendiendo el ámbito religioso, las mujeres desarrollaran un intenso sentido organizativo para luchar por distintas cuestiones de índole social. Ahí estaría la Sociedad Reformista Femenina Neoyorkina, creada en 1834, para combatir la prostitución. También había mujeres, como Dorothea Dix, para luchar por la dignificación de las prisiones en esa misma década de los años treinta. Otras pioneras se centraron en la educación femenina, tan descuidada. Pero el gran salto lo daría la causa abolicionista, que posibilitó que las mujeres adquiriesen un gran protagonismo fuera del ámbito doméstico.

Precisamente, que las mujeres abolicionistas, entre las que destacaban Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, fueran marginadas en Londres en 1840 de una convención internacional contra la esclavitud, tuvo una consecuencia fundamental en la historia de las reivindicaciones por los derechos de las mujeres. Al sentirse discriminadas, ambas promovieron la convocatoria de una convención para defender los derechos de las mujeres.

Así pues, después de un gran esfuerzo, se convocó para los días 19 y 20 de julio de 1848, una convención en la localidad de Seneca Falls, en el Estado de New York. Dicha convención se organizaba con el fin de discutir la condición y los derechos civiles, sociales y religiosos de las mujeres. Las dos grandes protagonistas fueron, efectivamente, Cady Stanton y Mott.

En la convención se aprobó la famosa Declaración de Seneca Falls, que se inspira en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos haciendo una lectura en sentido sufragista, es decir, las mujeres se asimilaban a las Trece Colonias que en la Declaración de Independencia se quejaban de la situación a la que se había llegado con la metrópoli británica y justificaban el paso a dar para emanciparse. Así las mujeres se quejaban del trato que padecían por parte de los hombres norteamericanos y planteaban sus reivindicaciones, su camino hacia la emancipación.

La Declaración proclamó que todos los hombres y mujeres habían sido creados iguales, y que las firmantes de la misma estaban dispuestas a emplear todos los métodos que estuvieran a su alcance para combatir las injusticias derivadas de la inexistencia de la igualdad.


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