La curiosidad de Galdós por la gran obra antigua de creación mítica es uno de los rasgos más notables de su actitud, no siempre armónica y libre de tensiones, ante los que fueron sus primeros padres en el orden cultural. El mito griego -no menos que el pensamiento y el arte helénicos- resulta, en efecto, un elemento presente en todas nuestras etapas culturales. Hay que distinguir, desde luego, entre las formas en que este interés se manifiesta; pues si algunas son indicio de una voluntad de vinculación a los orígenes con un enfrentamiento consciente de los mismos problemas y la decisión de revisar las soluciones dadas, aceptándolas de antemano como bien ya adquirido e incorporándolas al acervo común, tal la frecuente reelaboración de los temas de la tragedia. Otras, en cambio, pese a su entusiasmo inquisitivo, no son sino una manifestación más de ese afán de conocimiento llevado hasta la destrucción, que ha obrado en nuestra historia como uno de los más eficaces factores subversivos. Es lógico pues, que, el escritor canario tuviera una enorme curiosidad y empeño por llegar a las fuentes de la filosofía y la arqueología modernas, pues así es como se ahonda en sus estratos más recónditos para captar en su mismo hontanar el núcleo creador y primigenio.
La complejidad de nuestra estructura mental y cultural nos permite situar la antigua mitología en planos distintos, con una función diversa en cada uno. Para el espíritu científico, el mito es un documento precioso, porque su contenido es susceptible de ser analizado y descompuesto en sus piezas componentes, cada una de las cuales es un elocuente testimonio de azares históricos, de experiencias, de reacciones de una mentalidad extraña y bien caracterizada. Un corte transversal en cualquiera de las leyendas nos pone a la vista una gran diversidad de estratos, que en su conjunto constituyen un rico poso de milenios de civilización, en el que se incluyen viejas creencias mediterráneas, importación de ideas orientales, influencias nilóticas, concepciones indoeuropeas que se sobreponen a un fondo anterior, reflejos y lejanos ecos de trascendentales evoluciones en el plano de la religión y en el de la organización políticosocial.
Un plano del mito interesante para nuestro estudio se encuentra, no en la tragedia anónima, sino en su elaboración poética, por obra de los escritores y pensadores antiguos. En este sentido, el mito griego ha sido y continúa siendo de una fertilidad asombrosa. La riqueza de sentidos que encierra se evidencia en verdad inagotable, fiel testimonio de la autenticidad de su origen. Pues no se trata ahí de los ensueños de una fantasía arbitrariamente creadora, sino de la expresión de una realidad compleja, en la que se incluyen vivencias religiosas –no por elementales menos genuinas-, situaciones humanas, lucubraciones filosóficas en embrión, intuiciones de un espíritu eminentemente dotado para la representación plástica. De ahí que las posibilidades encerradas en un solo mito no se agoten en su primitiva significación histórica y religiosa, sino que se vayan actualizando siempre con nuevas facetas, al compás del desarrollo cultural e ideológico. Citemos sólo el contenido doctrinal que los estoicos vieron en el ciclo de Hércules, y en lo actual y significativa que para los modernos resulta una situación como la de Antígona.
No parece que el substituir el mito arcaico y popular por su versión artística sea dar un sucedáneo en lugar del producto legítimo. La reelaboración consciente –como la efectuada por Galdós- da lugar a una obra tan genuina y cargada de sentido como la creación anónima y espontánea. Después de todo, estamos ya bastante lejos de la concepción romántica que prefería las formas del arte popular, por considerarlas secreción espontánea y original del espíritu de una raza o una nación. Al margen de su interés histórico, y de su significación humana, cabe también el gozar de la mitología por la mitología, aunque de esto derive una reproducción simple de una teofanía imponente y graciosa a la vez, en la que los valores puramente estéticos se funden con los religiosos en la frescura de una intuición directa y viva. Estos fueron sin duda los primeros pasos que realizó Galdós para penetrar en la esencia del mito griego, que sigue siendo, con la filosofía y el arte de este pueblo, uno de los elementos esenciales de nuestro patrimonio espiritual.
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