La Franja de Gaza continúa siendo el epicentro de una tragedia humana sin precedentes, reflejando un conflicto que se perpetúa en el tiempo, eludiendo cualquier atisbo de justicia o paz. Recientemente, la devastación alcanzó a la familia de Mohamed Abu al Qumsan, quien ha perdido a sus mellizos de tan solo cuatro días, su esposa y su suegra en un bombardeo israelí. Este suceso no es una excepción, sino una muestra más de la brutalidad cotidiana en Gaza, con sinceridad, esta escritora que a sus lectores habla, me solidarizo cada día con el dolor y honestamente, no sé qué haría después de una prueba así.
La magnitud de la tragedia es abrumadora: desde el ataque significativo por parte de milicias palestinas el 7 de octubre del año pasado, los contraataques israelíes han resultado en al menos 39,965 muertos, mayoritariamente civiles, y 92,294 heridos. Ante esta realidad catastrófica, surge una pregunta obligada: ¿Cómo es posible que entidades internacionales como las Naciones Unidas y diversas ONGs no logren intervenir de manera efectiva para cesar estos asesinatos en masa?
La participación de las grandes potencias, especialmente Estados Unidos, es cuestionable. Pese a sus esfuerzos por mediar y alcanzar nuevas treguas, la eficacia de estas mediaciones se ve comprometida mientras continúan las intensas operaciones militares de Israel, demostrada continuamente con bombardeos a infraestructuras en Gaza y al ataque a dos escuelas en la Ciudad de Gaza, que dejaron un saldo de al menos 12 muertos. Por ejemplo, hoy Linda Thomas-Greenfield, ha enfatizado que “aunque Israel debe respetar el derecho internacional, «lo cierto» es que el grupo islamista palestino Hamás «sigue operando desde escuelas», lo que justifica, según ella, el derecho de Israel a enfrentar estas amenazas. ¡Brutal!
El coste humano de este conflicto es, sin duda, el aspecto más desgarrador. Vidas inocentes, incluidos niños apenas sin vivencias, son segadas por la violencia. Es crucial que la comunidad internacional perciba estos eventos no solo como cifras, sino como lo que verdaderamente son: vidas humanas devastadas por la guerra.
Además, la continua expansión de los asentamientos israelíes en Cisjordania, impulsada por sectores ultraderechistas del gobierno de Netanyahu, añade más tensión al conflicto y viola claramente el derecho internacional. Esta expansión no solo es ilegal, sino que también mina las perspectivas de paz al intensificar las fricciones con las comunidades palestinas. No hablaré hoy de torturas y maltratos a palestinos porque es desolador.
Con todo, es imperativo que la comunidad internacional, más allá de limitarse a declaraciones y condenas temporales, adopte medidas concretas y efectivas. Las tragedias como la de la familia de Abu al Qumsan no deben ser meros apuntes en los medios de comunicación, sino un llamamiento urgente para revisar y reforzar los mecanismos internacionales que protejan a los inocentes y fomenten una solución justa y perdurable. Yo misma, con este breve apunte de opinión, siento ridículo, vergüenza y desolación al no poder hacer nada por ellos, tan solo, notificar a diario en todos los medios, lo que sucede. ¡Eso y nada es lo mismo! El mundo está dormido.
Sin una acción decidida y un compromiso auténtico de todas las naciones y organismos internacionales, el ciclo de violencia en Gaza y en toda la región persistirá, dejando tras de sí una huella de desolación y muerte que no puede ni debe ser ignorada.
por Rosa Amor del Olmo
14/8/2024
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