Entre ayer y hoy: La herida que no cicatriza
Diego Melo Carrasco
En su libro «Identidades asesinas», Amin Maalouf sostiene que muchos de los problemas que aquejan al mundo islámico no provienen tanto de la religión como de un contexto más amplio, relacionado con la intervención de las potencias occidentales y su ocupación de partes de Oriente Medio, así como con los procesos de independencia subsiguientes.
Esto revela un fenómeno que se ha extendido a lo largo de épocas históricas, ya que los problemas de los que se queja Oriente Medio islámico están relacionados con la política de intervención directa practicada por Occidente. Aunque esta política no es el único factor, sigue siendo un punto de apoyo en dinámicas entrelazadas que han continuado formándose desde el siglo XVIII. Los libros de historia suelen referirse a este último como el siglo en el que comenzó a cristalizarse la crisis del mundo islámico, en la que lo económico, lo territorial y lo institucional se entrelazan, además de los conflictos doctrinales que toman la forma de posturas y licitaciones políticas; y esto se manifestará con la dominación turca otomana en los siguientes dos siglos. Así, el mundo árabe islámico interactuará con esta nueva realidad, y las disputas recíprocas entre árabes y turcos no tardarán en aparecer, cargando cada parte sus desgracias al otro.
Diego Melo Carrasco: escritor chileno contemporáneo, doctor en Historia por la Universidad de Salamanca, España, especializado en historia medieval, con un interés particular en la historia islámica antigua y en los estudios asiáticos, africanos y magrebíes. Miembro del grupo de investigación «Sociedades Árabes, Islámicas y Cristianas» de la Universidad de Jaén en España, y de la Sociedad Española de Estudios Bizantinos. Publicador y colaborador en varias revistas especializadas, en su país Chile y en América Latina.»
«En este contexto, el factor de modernización introducido por los colonizadores ayudó a que surgieran ideas nuevas que tuvieron un claro impacto en el escenario árabe-islámico. Sin embargo, desde la campaña de Napoleón Bonaparte en Egipto, las manifestaciones del progreso occidental comenzaron a introducirse gradualmente. Algunos intelectuales veían esto más como un espejismo que como una realidad, aunque esta percepción no dominaba; de hecho, el número de admiradores de Occidente era mayor, como Rafaa al-Tahtawi (1801-1873), quien fue enviado a París al frente de una misión científica en 1826 y que describiría y transmitiría todo lo que vio allí de manifestaciones de progreso, llegando incluso a proclamar: ‘Que la patria sea un lugar de felicidad común entre nosotros, la construimos con libertad, pensamiento y manufactura’. Este eco modernizador encontrará en Muhammad Ali Pasha [1805-1845] un gran aliado en el caso egipcio, ya que él llevaría a cabo una serie de reformas de carácter material, intentando a través de ellas tender puentes hacia el progreso. Por su parte, el colonizador no tardaría en adoptar un tipo de paternalismo que percibiremos, por un lado, en la declaración de la Conferencia de Berlín de 1885, que estipulaba, entre otras cosas, que las potencias (colonizadoras) deben velar por educar a los nativos y hacerles entender y apreciar los beneficios de la civilización; y lo percibimos, por otro lado, en la creación de un entorno cultural con una inclinación exótica, que alcanzará su apogeo con esa mirada orientalista que más tarde expresaría la producción cultural de Edward Said.
Así, las nuevas ideas relacionadas con la identidad avanzarán de la mano con el proceso de autodeterminación e independencia, que será decisivo en el resurgimiento de la identidad árabe, una identidad que ya había sido expresada anteriormente de manera modesta. Esta misma identidad ahora se presentará de manera más clara bajo el nombre de ‘El Renacimiento’, ese renacer árabe que se cruzará con la formación de una identidad nacional que no dejará de generar numerosas repercusiones hasta principios del siglo 20.
De la misma manera, y de forma simultánea, se formará un movimiento de oposición interna basado en el rechazo de la dominación extranjera, y luego en la difusión de ideas nacionales que barrerán la prensa y los medios de comunicación. Ese movimiento de oposición referido, verá que la solución a los problemas que enfrenta el mundo islámico no será adoptar los modelos extranjeros, sino que el atraso es resultado de una desviación del ‘camino correcto’, y que, en consecuencia, se ha alejado de esa promesa que la hizo ‘la mejor nación que se ha traído a la gente’; y por lo tanto, el proceso de reforma, para esos opositores, pasa por centrarse en uno mismo y buscar en el Islam los fundamentos de la identidad, lo que los llevó a adoptar un discurso religioso que busca unificar los esfuerzos para establecer un gobierno basado en los principios puros del Islam. En este contexto, se fundó la organización ‘Los Hermanos Musulmanes’, por Hassan al-Banna en 1928.»
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