En la era de la información y las redes sociales, el poder de la palabra se ha expandido de manera extraordinaria, llevando consigo una responsabilidad inmensa. Artículos de opinión, sátiras y comentarios humorísticos inundan diariamente nuestros feeds, provocando desde risas hasta profundas reflexiones, pero también desencadenando controversias. La experiencia universal de ser objeto de burlas o desaires nos coloca en una posición única para entender no solo el impacto de las palabras sino también la delicada línea que separa el humor de la ofensa. La historia nos muestra ejemplos notables de cómo figuras prominentes han utilizado las burlas y críticas como catalizadores para su creatividad y resiliencia. Franz Kafka, por ejemplo, fue ampliamente ignorado y ridiculizado por su propio padre durante su vida. A pesar de ello, Kafka se convirtió en uno de los escritores más influyentes del siglo XX, abordando en su obra temas de alienación, culpa y el absurdo de la existencia humana, que resonaron profundamente mucho después de su muerte.
De forma similar, Vincent Van Gogh enfrentó burlas y críticas no solo por su estilo de vida sino también por su arte, siendo considerado un fracasado por muchos de sus contemporáneos. Sin embargo, hoy en día su trabajo es celebrado como uno de los mayores logros en la historia del arte.
J.K. Rowling también experimentó el rechazo y las críticas de múltiples editoriales antes de convertirse en una de las autoras más famosas y exitosas del mundo con su serie «Harry Potter». Las respuestas desalentadoras y condescendientes no impidieron que perseverara y eventualmente inspirara a una nueva generación de lectores. La que esta columna de opinión escribe, podría relatar innumerables negativas hacia expandir su obra, por parte de colegas universitarios, traductores o editores. Así es la cosa. Todos tenemos o necesitamos nuestro “Avellaneda” que quiere decir que a veces una negativa o muchas negativas y/o burlas o indiferencia provoca en el creador un mayor afán.
Mark Twain y Charlie Chaplin, cada uno en su campo, también experimentaron críticas y burlas, especialmente en sus primeros años. Twain utilizó estas experiencias para alimentar su obra, mientras que Chaplin utilizó la crítica como fuente de inspiración para películas profundas y emocionalmente resonantes, como «El Gran Dictador», que satirizaba a Adolf Hitler y el fascismo.
Estos casos ilustran cómo la burla y la crítica, aunque dolorosas, pueden servir como estímulos para la creatividad y la resiliencia. En el ámbito del humor, especialmente en la comedia, es esencial reconocer el impacto que las palabras y las burlas pueden tener en los demás, lo que destaca la importancia de reflexionar cuidadosamente sobre la naturaleza del humor utilizado. Ayer un cómico español ha sufrido un bofetón por parte de un extremista. La cuestión es que el susodicho cómico se pasó “veinte pueblos” en unos comentarios que trascienden la decencia y el don de la palabra. El agresor, un exaltado de la vida, le respondió a su manera de entender la cuestión radical, es decir, con un tortazo.
La línea entre lo correcto y lo creativo en el humor se ha vuelto cada vez más difusa. Por un lado, cómicos y revistas de humor indagan los límites de la corrección política para provocar risas o reflexión. Por otro lado, existe el riesgo de alienar o incluso herir a aquellos a quienes se dirigen esas bromas. El verdadero desafío está en cómo sorteamos estos matices sin coartar la libertad de expresión ni fomentar un ambiente de insensibilidad. La burla hacia cuestiones religiosas las dejo para otro día, porque merecen su espacio de honor.
El humor tiene el poder de unir a las personas, ofreciendo un refugio contra la dureza de la realidad. A través de la risa, muchas veces confrontamos nuestras propias incongruencias y prejuicios. Sin embargo, cuando las bromas se hacen a expensas de un individuo o grupo, refuerzan estereotipos y perpetúan exclusiones. Definir los límites en la comedia no es censurar la creatividad, sino reconocer que el contexto, la audiencia y el mensaje son cruciales. Para eso nos hemos hecho doctores, porque si no, no podemos enseñar una asignatura como lengua y comunicación, por ejemplo. ¿Qué voy a enseñar que todo vale? ¿Qué la Teoría de la mente es una risa? ¿Que el contexto, lector, público… tienen que dar igual porque yo lo valgo y puedo decir lo que me venga en gana al ser una persona libre? Rotundo no.
Los creadores de contenido deben considerar estas variables al diseñar su material, buscando equilibrar la innovación con el respeto. Además, deben asumir la responsabilidad de sus palabras, especialmente en un mundo interconectado donde estas pueden tener un alcance y un impacto instantáneos. Al mismo tiempo, los consumidores tienen el poder de influir en el discurso público a través de sus respuestas y críticas, fomentando un diálogo constructivo sobre lo que consideramos aceptable tanto en plataformas de medios como en conversaciones cotidianas.
La paliza o tortazo que ha sufrido el susodicho cómico a manos de un extremista me ha impresionado por la pérdida de las formas de los dos personajes desde el principio. Tiene -como no- muchas lecturas y ante todo, creo, como persona influenciable con mi pluma, que uno en la vida tiene que ser respetuoso, un concepto que se ha perdido y del que incluso carecen algunos políticos. Yo que paso mucho tiempo en tierras galas, ya les digo que no conocen la “politesse” de los franceses, que “les iban dar para el pelo” con tanta palabrota como tenemos a diario, aunque a veces también a ellos se les ha ido de las manos también el tema.
Pero mientras navegamos por este mundo saturado de información y opiniones, la necesidad de ser críticos y compasivos nunca ha sido más esencial. El poder de la palabra debe ser ejercido con cautela, elegancia y cuidado, pues, aunque todos podemos ser el blanco de las burlas, también tenemos la capacidad de influir y moldear el entorno en el que esas palabras resuenan.
Por Rosa Amor del Olmo
Descubre más desde Isidora Cultural
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.