
Eduardo Montagut
El primero de abril de 1977 apareció un artículo, con bastante aparato gráfico, en El Socialista, que trataba de la política y los niños en el inicio de la Transición.
A comienzos de 1977 había casi siete millones y medio de niños menores de 14 años (si se nos permite la licencia, entre esos millones estaba el autor de este artículo, a punto de cumplir los doce años), y según los socialistas vivían olvidados por los partidos políticos. Como les faltaba todavía mucho para votar nadie se ocupaba de ellos, obviando la responsabilidad que tenían con ellos.
Se apelaba a la responsabilidad de los partidos políticos en esta tarea desde las páginas del periódico socialista porque los niños, en realidad, vivían condicionados por la política: primero porque al ser menores necesitaban el apoyo de la Administración, y en segundo lugar, porque iban a ser los futuros ciudadanos y gobernarían en ese momento.
Era verdad que la clandestinidad a la que se vieron sumidas las formaciones políticas durante la larga dictadura no había permitido atender esta necesidad. Los niños se habían criado en el miedo y la represión, y recibiendo de sus padres las orientaciones políticas y morales que habían podido darles en esas circunstancias, pero los tiempos estaban cambiando.
Para apoyar esta solicitud a los partidos democráticos el periódico explicaba lo que había pasado en España, y que había hecho el PSOE en el pasado, y que se hacía en otros lugares en el presente.
El problema se derivaba de cómo la sociedad de consumo y el régimen franquista habían manipulado a los niños. Los socialistas insistían mucho sobre cómo se había controlado a los alumnos en la enseñanza, generalmente, privada, dada la delgadez de la pública, y dominada por una Iglesia, y en última estancia por el Estado que vigilaba la conducta política de los profesores. El régimen había orientado ideológicamente la instrucción de los españoles haciéndoles repetir las “consignas del fascismo”. Las asignaturas de “Formación del Espíritu Nacional” y la “Religión” se habían encargado de esta tarea adoctrinadora. En los libros de texto se desarrollaban las doctrinas falangistas.
En esta misma línea se encontrarían los tebeos y la literatura infantil. Los “malos”, o como decía el artículo los “bellacos subversivos” eran vencidos por superhombres o acaban con los “salvajes negros de cualquier país africano sin solución de continuidad”. En estos tebeos se inculcaba una especie de ideal “místico-aventurero”.
En tercer lugar, estaba la organización de los niños por parte de franquismo, a través de distintas etapas. Primero estaban los “Pelayos” y “Margaritas” (en realidad, habría que recordar también a los “Flechas”, si se nos permite la licencia), para pasar a la Sección Femenina y al Frente de Juventudes, aunque el sistema cambió en los años sesenta, con la Delegación de la Juventud y la Organización Juvenil Española (OJE). Desaparecía la camisa azul, pero se mantenía la jerarquía paramilitar.
El Socialista terminaba este repaso indicando que la formación política de los niños había sido patrimonio del Régimen y la Iglesia, cuando en su opinión debía ser tarea de los partidos políticos. Esta afirmación nos llama la atención desde nuestra distancia temporal, pero debemos enmarcarla en el momento histórico.
Los socialistas recordaban su propia contribución histórica a la formación política de los niños con los grupos de “Salud y Cultura”, y cómo Besteiro había defendido la asistencia de los mismos para la formación en convivencia de los niños. Al parecer, estos grupos alcanzaron cierta importancia tanto en Madrid como en Asturias.
En esos grupos miembros del Partido Socialista se dedicaban a explicar a los chicos y chicas de las barriadas obreras la vida de Pablo Iglesias, precisamente por la dureza de su vida como niño en el Hospicio, y su compromiso revolucionario. También se explicaban los principios del PSOE y las normas éticas que debían guiar su comportamiento.
Las charlas solían tener lugar en las Casas del Pueblo en días festivos sin clase, o en el campo a través de excursiones, siguiendo la tradición establecida por la Institución Libre de Enseñanza. Pero en el presente ningún partido político se preocupaba de la formación política de los niños. Se aludía al caso de los pioneros en Cuba o de los scouts en el mundo occidental. Aunque las organizaciones de scouts se declaraban apolíticas, el periódico explicaba que admitían militantes organizados en sus filas. En este sentido, se afirmaba que los exploradores italianos habían apoyado la compatibilidad de los principios de Baden-Powel y las teorías de Marx. Por fin, se informaba cómo era la formación de los niños en Alemania Occidental a través de los “halcones rojos”, y cómo se fomentaba a los niños en la igualdad frente a la competencia, la solidaridad frente la discriminación, y el trabajo en equipo frente al trabajo individual. Al parecer, también se les enseñaba las “contradicciones del sistema capitalista”, a través de redacciones donde se plasmaban las diferencias de clase en los distintos barrios de las ciudades alemanas.
Hemos trabajado con el número del primero de abril de 1977 de El Socialista.
Descubre más desde Isidora Cultural
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.