En este artículo estudiamos el fracaso del gobierno de Dámaso Berenguer en su intento de recuperar el sistema político que había liquidado la Dictadura de Primo de Rivera en 1923.
En la segunda mitad del año 1930 el gobierno de Dámaso Berenguer entró en una evidente crisis, como lo demuestran los fallidos intentos de frenar la caída de la peseta y la creciente movilización republicana en grandes actos públicos. Por su parte, la extrema derecha reaccionó a esta movilización con la violencia, protagonizada por los Legionarios de España del Partido Nacionalista Español de Albiñana. También el gobierno respondió con medidas represoras frente a las células republicanas en el Ejército y deteniendo a los dirigentes más radicales de la oposición. En el mes de noviembre la UGT y la CNT convocaron una huelga general en Madrid en protesta por un accidente laboral, huelga que se extendió a Barcelona y otras capitales. El conflicto le costó el puesto al ministro de la Gobernación.
El Comité de la Conjunción, nacido del Pacto de San Sebastián, se autoproclamó Gobierno Provisional de la República. En este momento dedicó sus esfuerzos a preparar el levantamiento contra la Monarquía. Este levantamiento debía iniciarse con una insurrección militar al mando del general Queipo de Llano y sería apoyado por una huelga general, en la que se esperaba el apoyo de los anarcosindicalistas. Pero esta sublevación no se organizó bien porque falló la coordinación entre sus distintos componentes. El día 12 de diciembre, los capitales Galán y García Hernández se sublevaron en Jaca, pero fueron derrotados con facilidad por las tropas leales al gobierno y ejecutados tras un Consejo de guerra. En Madrid el gobierno detuvo al Comité republicano y abortó el intento de golpe del aeródromo de Cuatro Vientos. Aunque las organizaciones obreras declararon la huelga general para el día 15 la inhibición de la dirección de la UGT y la proclamación del estado de guerra hicieron que fracasara. Aunque el gobierno había frenado el intento de sublevación y de huelga general, había perdido la batalla de la opinión pública. Los ejecutados en Jaca se convirtieron en mártires, y los líderes republicanos encarcelados o exiliados recibieron el apoyo popular en grandes manifestaciones.
El general Berenguer deseaba una convocatoria de elecciones generales pero entre las fuerzas dinásticas comenzó a cundir la idea de que no era una buena idea, una vez que los republicanos habían decretado el boicot a estas elecciones. El Centro Constitucional se pronunció a finales de enero de 1931 por la abstención. Los socialistas también se inclinaron por esta misma opción. Pero el día 8 de febrero el gobierno convocó las elecciones generales para el día 1 de marzo. Para que se dieran elecciones era obligatorio que se restablecieran las garantías constitucionales durante la campaña electoral si se quería ser creíble. Pero el restablecimiento de las libertades, después de tantos años de Dictadura, era un suicidio para la causa monárquica, ya que permitió el avance de la causa republicana, al poder expresarse sin cortapisas. Dos días después del decreto de elecciones, nació la Agrupación al Servicio de la República de Ortega y Gasset y otros destacados intelectuales. Además, para empeorar más la situación para el gobierno, destacados liberales, como Romanones y Manuel García Prieto, solicitaban la abstención electoral. Cambó aconsejó al monarca que anulara las elecciones y que formase un gobierno de concentración presidido por el liberal Santiago Alba. Berenguer quedó aislado y optó por dimitir el 14 de febrero. La convocatoria de elecciones se suspendió.
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