La trama de nuestra historia se ha visto impregnada de sustanciales transformaciones en el ámbito del pensamiento, la ideología y la conformación social. En un movimiento paralelo y simbiótico al despliegue de la filosofía en el Occidente, surgió en Oriente, con especial prominencia entre las comunidades árabes y judías, un fenómeno intelectual de incomparable magnitud. Este no se erigió como un ente aislado, sino que se vio profundamente influenciado por la sabiduría de la Grecia clásica, especialmente por las enseñanzas de Aristóteles y los neoplatónicos, y estuvo marcado por significativas interacciones con el cristianismo, dejando una huella indeleble en la evolución del pensamiento tanto musulmán como judío.
En lo concerniente al islam, su influjo trascendió hacia la esfera misma de lo religioso; con rigor analítico, podría interpretarse al mahometismo como una heterodoxia surgida del tronco común judeocristiano, aflorando a consecuencia de las interacciones de Mahoma con comunidades judías y cristianas. Pero no fue exactamente así.
La formulación de los dogmas islámicos, imbuidos de un tono eminentemente polémico, se posicionó en contraposición a doctrinas fundamentales del cristianismo, como la de la Santísima Trinidad, proclamando con vehemencia la unicidad de Alá, quien no comparte su divinidad en relación filial o parental alguna. Esta postura doctrinal se manifiesta tanto en oposición al politeísmo ancestral árabe como al dogma trinitario católico, pues la idea de la Trinidad no es compartida por el resto de los cristianos derivados del protestantismo.
Los eruditos árabes se consagraron, así como los insignes intérpretes de Aristóteles durante el medievo, destacándose con especial énfasis la figura de Averroes. La filosofía árabe, ensamblada en el corpus de la escolástica musulmana, emerge como un ámbito de indiscutible relevancia en la contemporaneidad. El núcleo de su discurso intelectual, centrado en la exégesis racional del Corán, revela paralelismos estructurales con las interacciones entre religión y filosofía observadas en el Occidente. Esta consonancia se extiende asimismo al pensamiento judío, configurando en torno a estas tres tradiciones religiosas un tríptico de corrientes escolásticas de variada trascendencia, que se interinfluyeron en una dialéctica de singular resonancia.
Desde el decenio del siglo X hasta el XIII, Al-Ándalus se erigió como un epicentro intelectual de inusitada importancia, siendo Córdoba el corazón vibrante de este renacimiento. En un contexto donde la filosofía oriental entraba en declive, la península ibérica se alzaba como un bastión de pensamiento avanzado, continuando la estela dejada por Avicena. Fue en esta época cuando el Occidente se vio alumbrado por la presencia de figuras musulmanas de la talla de Avempace (Ibn Bajjah), Abentofail (Ibn Tufayl), y, sobre todo, Averroes. En contraste con un Europa sumida en una crisis intelectual y espiritual, España se distinguía por la coexistencia de múltiples credos y filosofías, un crisol de experiencias vitales, perceptibles y operantes.
Durante el periodo de presencia árabe, España floreció con un esplendor nunca visto, enriqueciendo, incluso a través de disímiles aportaciones, una renovada visión del mundo.
La primera reinterpretación de Aristóteles fue la averroísta. Averroes reitera la naturaleza social del hombre como una evidencia. Pero el término naturaleza significa en Averroes algo muy distinto que en Aristóteles. La naturaleza averroísta es un sistema cerrado de legalidad mecánica movido por un motor, que es Dios.
Averroes (Abū l-Walīd Muhammad ibn Ahmad ibn Rushd) se yergue como un coloso intelectual de esta era. Nacido en Córdoba en el año 1126 y fallecido en 1198, su vida estuvo dedicada a múltiples disciplinas: fue médico, matemático, jurisconsulto, teólogo y filósofo. Ocupó la posición de juez, alternando periodos de favor y ostracismo. Dante, en su Divina Comedia, lo evoca como el eximio comentarista de Aristóteles, y su obra no se limita a comentarios, sino que incluye tratados originales que han ejercido una influencia perdurable.
Averroes postuló concepciones revolucionarias sobre la eternidad del mundo, la materia y el movimiento, considerando a la materia como una potencia primordial eternamente animada por un primer motor. Su visión del intelecto humano como una entidad inmaterial, eterna y unificada supone una ruptura con las nociones de individualidad y plantea una unión mística con el intelecto universal. Este enfoque filosófico, que niega la inmortalidad personal en favor de un intelecto colectivo, prefigura el averroísmo latino en la filosofía occidental.
Finalmente, la distinción que establece entre fe y razón, y su clasificación de los espíritus en hombres de demostración, dialécticos y de exhortación, ilustran su enfoque plural hacia el conocimiento.
La interpretación del Corán, susceptible de múltiples lecturas, fundamenta la teoría de la doble verdad, esencia del averroísmo latino, marcando un punto de inflexión en el diálogo entre teología y filosofía, y cuyas resonancias perduran hasta nuestros días.
Por Rosa Amor del Olmo
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