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«Aquí al lado»

Si hay una verdad universal que supera cualquier ley física o matemática, es esta: cuando alguien te dice «eso está aquí al lado», prepárate. Estás a punto de embarcarte en una odisea comparable a la búsqueda del Santo Grial o el regreso de Ulises a Ítaca. Pero…¿ «Aquí al lado» o «Ahí al lado» ? ¿Qué es este horror?

Ambas expresiones existen, aunque tienen pequeños matices de significado y uso:

  • «Aquí al lado» indica cercanía respecto al lugar donde se encuentra quien habla. Es como decir muy cerca de aquí, desde tu propia perspectiva. Es la más común cuando tú estás indicando un lugar supuestamente cercano.
  • «Ahí al lado» suele indicar una ligera distancia respecto al hablante, aunque sigue siendo cercana. Se utiliza cuando hablas de un sitio próximo, pero no exactamente junto a ti.

Todos lo usamos. «Aquí al lado» no se mide en metros, sino en unidades indeterminadas del optimismo autóctono. Es una medida ambigua que depende de la autoestima geográfica del que habla. Por ejemplo, un madrileño promedio te dirá que Atocha está «aquí al lado» del Retiro, olvidando deliberadamente que entre ambos puntos cabe un atasco de hora y media, un par de manifestaciones, y la posibilidad de perder el día completo en el intento.

Lo mismo ocurre en Barcelona: «Está aquí al lado, justo al bajar de Gràcia», y uno termina perdido en un laberinto modernista que parece diseñado por Gaudí en uno de sus días más abstractos.

En Canarias, «aquí al lado» incluye al menos tres montañas y dos barrancos. En Galicia, una ruta señalada como «cerca» implica inevitablemente neblina, lluvia y una vaga sensación de que jamás llegarás al lugar prometido. Y no olvidemos Andalucía, donde el concepto de «aquí al lado» puede llevarte a cruzar varios pueblos blancos, atravesar olivares infinitos, y soportar un sol de justicia mientras repites mentalmente que debiste haber pedido coordenadas exactas en lugar de confiar en la alegría sureña.

Y cuidado si te atreves a preguntar: «¿Pero a cuántos minutos está exactamente?» Porque entonces recibes como respuesta una mirada entre ofendida y desconcertada, seguida de un elocuente: «Nada, si eso está ahí mismito», «ahí mismín»

Peor es todavía cuando te toca seguir a un nativo, con sus pies curtidos por décadas de caminatas locales, mientras tú, con ampollas creciendo en cada dedo y la sonrisa congelada en una expresión de paciencia heroica, tratas de disimular el suplicio. «Ya casi llegamos», dice alegremente tu guía, ignorando tus lamentos internos y la sospecha de que tu calzado no resistirá ni medio kilómetro más. Con mis amigos tangerinos crecí en esa especie de surrealismo vital, donde se va andando a cualquier parte y por eso todo está ahí mismo. ¡Cuánto echo de menos ir a patear calles y tiendas! Pronto volveré.

Con los años, uno aprende que «aquí al lado» no es una indicación, sino una actitud vital. Es la forma amable y optimista con la que cualquier nativo te invita a descubrir que el mundo es mucho más grande y complicado de lo que pensabas.

Así que ya sabes, la próxima vez que alguien te asegure que algo está «aquí al lado», sonríe, toma agua, calza tus zapatillas más cómodas, y mentalízate: porque estás a punto de vivir una aventura digna de contarle algún día a tus nietos.


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