Una pensadora audaz, valiente y arriesgada, vinculada a la “new left”
Era un lugar de encuentro entre viajeros perdidos en la historia
un asalto de ascensión igual que una vorágine de luz hacia las nubes,
la exacta coincidencia de los vuelos en una sola sombra sobre el agua.
Olga Orozco (En el revés del cielo)
Hace más de cinco años que se nos fue la filósofa y pensadora Agnes Heller. Es este un buen momento para recordar sus aciertos analíticos, sus posiciones polémicas e innovadoras y, sobre todo, su espíritu rebelde e irreductible.
Fue, probablemente, la filósofa más destacada de la Escuela de Budapest. Su inconformismo y espíritu crítico hicieron que a lo largo de su trayectoria vital atravesara por distintas etapas. La caracterizó siempre una honradez intelectual. Sentía animadversión hacia toda doblez, componenda y no hay en sus textos la menor sombra de fingimiento ni de oportunismo. Se la ha considerado uno de los referentes de la denominada nueva izquierda.
No olvidemos que su pensamiento estuvo siempre volcado hacia los aspectos sociológicos, históricos y culturales. Se caracterizaba por estudiar detenidamente los conflictos y problemas de la más palpitante actualidad.
Se enfrentó a los poderes establecidos, conociendo los riesgos de ese enfrentamiento, sus consecuencias previsibles y sus derivaciones. Creo que es una figura profundamente relevante para nuestro tiempo.
Su pensamiento, de contenido fuertemente político y social, estuvo siempre presto a captar y verificar sobre los acontecimientos y contradicciones del presente, eso sí, con un dinamismo y penetración envidiables, lo que le acarreó no pocas polémicas y descalificaciones por parte de otros filósofos, sociólogos e intelectuales.
Son particularmente relevantes sus análisis sobre la revolución de la vida cotidiana. Estas preocupaciones, aunque de un modo embrionario, ya estaban presentes en sus escritos sobre la teoría marxiana de las necesidades.
La aparición de un “nuevo sujeto revolucionario” captó su atención. La desaparición progresiva de “el sujeto revolucionario clásico” la hace concentrarse con fuerza, en un nuevo sujeto plural, que abarca o intenta abarcar las diversas luchas emancipatoria y en el que convergen: el movimiento por los Derechos Civiles, el feminismo con su apuesta por la liberación de la mujer y su crítica al patriarcalismo, las reivindicaciones de las minorías raciales, la defensa de las libertades sexuales, el Movimiento estudiantil, la denuncia de la esquilmación de los recursos de la tierra y un incipiente ecologismo crítico, entre otros. Era difícil integrar todas estas piezas en un único sujeto, mas el mero intento fue meritorio.
Obviamente, los efectos y secuelas del Mayo del 68 influyeron, sobre todo, en la vertiente de cambios radicales que afectaron a la vida cotidiana. Agnes Heller meditó largamente sobre estos supuestos y siguió investigando desde su peculiar atalaya crítica.
Pronto percibió alguno de los efectos corrosivos de estos fenómenos y. sobre todo, los riesgos que se desprendían de una simplificación y banalización de los mismos. Se apartó, notablemente, de alguno de estos supuestos y siguió en solitario su andadura sin temor a remar a contracorriente.
Su entusiasmo inicial fue derivando en un peculiar relativismo. Llegó a sentirse hastiada por esa impotencia frustrante, que elevada a método, acabó convirtiendo en una “farsa” las iniciales propuestas revolucionarias.
Agnes Heller se vio obligada a edificar sus teorías sobre las “cenizas” de una concepción del mundo que se derrumbaba, arrojando arena sobre las huellas.
Tuvo el coraje de denunciar que había episodios mal cerrados de la historia, que por honestidad intelectual había que reabrir. Renunció a toda visión historicista. Se liberó de dogmas y prejuicios. Desde ese momento consideró que en materia de ciencias sociales solo se pueden hacer hipótesis…
Desarrolló extensamente su hipótesis de que el ser humano no ha cesado de buscar unas condiciones de vida dignas. Esta dirección fue el auténtico motor de su pensamiento, durante mucho tiempo.
Se aferró a estos postulados, elevándolos a fuente de legitimidad moral. No eran pocos quienes hablaban de regenerar la política. Ella pensaba que lo que había que mejorar era la ciudadanía.
De carácter generoso y estoico, desde muy joven creyó en el pensamiento dialéctico. Discípula aventajada de Georg Lukács, durante toda su trayectoria, no dejó de interesarse por las relaciones e intersecciones entre filosofía y cultura.
Se apoyó siempre en que la vida cotidiana era el principal factor de la existencia social. De ahí, su profundo interés por los usos y costumbres, las normas y valores de la estructura social.
Comprendió que la vida cotidiana es esencial para captar el aquí y el ahora. No sólo eso, nuestro presente es el lugar donde se materializan las aspiraciones de las generaciones anteriores. La vida cotidiana es indispensable para analizar las objetivaciones sociales, tanto presentes como pasadas… y proyectarlas al futuro.
Agnes Heller a lo largo de las diversas etapas de su pensamiento, nos ha legado una extensa obra. Me atrevo a sugerir que para disponer de una visión amplia, así como para sentar las bases de un conocimiento más pormenorizado, hay que trazar una cartografía de los momentos culminantes de su trayectoria. Soy consciente de que esta es una propuesta subjetiva, mas considero que permite englobar los aspectos claves de su pensamiento filosófico. Propongo, por tanto, tener en cuenta especialmente, esta media docena de obras sabiendo que hay otras que también, merecen una atención pormenorizada.
La primera sería Historia y vida cotidiana: aportación a la sociología socialista. Grijalbo, México 1972. La traducción es de un pensador, tan admirable como Manuel Sacristán, que introdujo a Gramsci en España. El mero hecho de que se publicara en México, habla de las dificultades en aquellos años de editar un texto marxista, en los estertores de la dictadura.
La segunda, la publicó El Viejo Topo, Barcelona 1980. Lleva por título Por una filosofía radical. La traducción es de J.F. Ivars. Aprovecho la ocasión para testimoniar mi profundo respeto y admiración por el Viejo Topo, indispensable para valorar el pensamiento crítico en años difíciles.
El tercer lugar en esta relación, no solo subjetiva sino apresurada, de lecturas básicas de Agnes Heller sería Una revisión de la teoría de las necesidades en Marx, Paidós, Barcelona 1986. La introducción de Ángel Rivero, uno de los mejores conocedores, en nuestro país de la filosofa, es magnífica y muy útil para disponer de un mapa conceptual sobre los puntos para valorar el pensamiento de Heller.
No me resisto a citar en cuarto lugar Políticas de la posmodernidad: ensayos de crítica cultural. Ediciones Península, Barcelona 1989. Traducida por Montserrat Gurguí. Esta obra de gran valor para conocer sus opiniones, la escribió en colaboración con su segundo marido, el también filósofo Ferenc Fehér. Para mí, en más de un sentido, es un ajuste de cuentas con un pensamiento tan heterogéneo como contradictorio, como el emanado de la posmodernidad.
En quinto lugar creo que es obligado citar y sugerir El péndulo de la modernidad: una lectura de la era moderna después de la caída del comunismo. Ediciones Península, Barcelona 1994. La escribió igualmente con Ferenc Fehér. Es admirable con que destreza analiza los efectos y consecuencias de la caída del Muro, poco después de producirse los hechos.
En último lugar sugiero Una filosofía de la historia en fragmentos, Gedisa, Barcelona 1999. Traducción Marcelo Mendoza Hurtado. Este texto es, desde luego, harto representativo del último periodo del itinerario de Agnes Heller.
En la filosofía de Heller se aprecia “un marcado sentido humanista” que ya impregnaba la visión de algunos textos de la Escuela de Budapest. Es una línea constante, trascender las necesidades radicales del hombre, sometido a unas condiciones alienadas… buscando incesantemente un horizonte mejor. La última etapa de su vida está caracterizada por una filosofía fragmentaria que algunos califican de “particularismo posmoderno”.
Desde mi punto de vista uno de los aspectos de mayor interés son sus críticas y matizaciones al pensamiento filosófico de otros “disidentes” y “heterodoxos”. No es cuestión citarlos a todos, mas creo que al menos debe de reseñarse Herbert Marcuse, Leszek Kolakowski, Ernst Bloch y Jurgen Habermas, entre otros.
Su preocupación por la revolución de la vida cotidiana, es la consecuencia de extraer la conclusión inequívoca de que las revoluciones políticas no cambian el comportamiento humano a largo plazo. Lo que si bien le produjo un desencanto amargo, la incitó a extraer fuerzas para proseguir sus indagaciones. Es harto significativo que desde su juventud creía con fuerza en los valores republicanos.
Cuestionar “los grandes relatos” no es en modo alguno renunciar a la responsabilidad individual que todos tenemos en la mejora del mundo. Luchó hasta el final y la prueba es, las críticas y acusaciones a la deriva autoritaria de Viktor Orbán en su Hungría natal.
He elegido hoy, hablar de Agnes Heller porque ponerse en contacto con su pensamiento libre y liberador, me parece más necesario que nunca, en estos tiempos en que se extienden por doquier “las tinieblas de la ignorancia”. Desde instancias poderosas y autoritarias se llega a definir “la justicia como un invento” y aparecen en el horizonte sombras de desolación. En esta tesitura no se puede renunciar a todo lo que está impregnado de un “ánimo catártico” y defiende la vigencia del pensamiento humanista.
Seguimos necesitando su feroz determinación así como aferrarnos con todas nuestras fuerzas a su concepción de “responsabilidad moral”.
Agnes Heller pone de manifiesto como la historia del pensamiento no debe separarse de la intervención política y, para ello, hay que dotarla de un sentido humanista. Sus escarceos por la filosofía moral y de la historia, no han sido en modo alguno baldíos, muy al contrario…, abren espacios para continuar transitando por ellos desde una perspectiva transformadora.
Agnes Heller es un ejemplo de resiliencia en medio de un tiempo pesimista y gris, que pretende ahogar el pensamiento crítico y no deja espacio para cuestionar los retrocesos en derechos y libertades. Postula la necesidad de que resurja un pensamiento alternativo capaz de articular una respuesta emancipadora y coherente. Nuestra responsabilidad radica en no dejarnos arrastrar por una deriva victimista, de brazos caídos sino en, plantar cara y articular respuestas progresistas… aún estamos a tiempo, mas el reloj de arena nos va indicando que si no reaccionamos ya, nos ponemos en pié y empezamos a actuar… no habrá remedio. El tiempo se agota.
El motivo por el que he dedicado este breve ensayo a Agnes Heller es porque es heraldo y mensajera de un proyecto emancipatorio… frente a quienes desde diversos centros de poder arrinconan y marginan cualquier manifestación de pensamiento crítico.
Madrid, 29 de octubre de 2024
ANTONIO CHAZARRA
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