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El Enigma del Mentiroso: Explorando la Paradoja en la Lógica y la Verdad, por Rosa Amor del Olmo

Hace falta recordar en estos días, la presencia de Aristóteles como la etapa más importante en la cronología de la filosofía, y como punto de arranque del que partir de otros filósofos. Nunca la filosofía griega ocupó un lugar más grande que con este pensador cuyas ideas serían la puerta de los caminos que después de él había de recorrer la filosofía. Y recurro a él para reflexionar en torno a lo verdadero y lo falso, conceptos tan de moda hoy como antaño. Me refiero particularmente a la verdad en la dialéctica, no en las personas y su apariencia lo que sería sin duda, tema de un gran texto y de otro contexto. Para el filósofo griego la verdad o la falsedad se da primeramente en el juicio, el enunciado A es B, que une dos términos y encierra necesariamente una verdad o falsedad, según una lo que está en realidad unido o lo que está separado; a la inversa diríamos, de la negación. Pero hay un sentido más radical de verdad o falsedad, que es la verdad o falsedad de las cosas, la del ser. Así decimos de algo que es una moneda falsa, o que es café verdadero. Aquí la verdad o falsedad corresponde a la cosa misma. Y cuando decimos que dos y dos son cuatro, el sentido del verbo ser es el de ser verdad. Algo es verdadero cuando muestra el ser que tiene, y es falso cuando muestra otro ser que el suyo, cuando manifiesta uno por otro; cuando tiene pues, apariencia de moneda lo que es un simple disco de plomo.

El disco de plomo, como tal, es perfectamente verdadero, pero es falso como moneda: es decir, cuando pretende ser una moneda sin serlo, cuando muestra un ser en una apariencia que no tiene en realidad. Aquí aparece el sentido fundamental de la verdad αλήθεια en griego. Verdad es el estar descubierto, patente, y hay falsedad cuando lo descubierto no es el ser que se tiene, sino uno aparente; es decir, la falsedad es un encubrimiento del ser, al descubrir en su lugar uno engañoso, como cuando se encubre el ser de plomo tras la falaz apariencia de moneda que se muestra.

Pasamos la vida entera en este juego permanente de ver lo que no hay, en una muestra ficticia de lo que en realidad es y no lo parece. Estos días son un despropósito en este sentido, ¡ni duermo!. Este devenir de verdad y de falsedad es difícilmente reconocible y a menudo el ser humano, el individuo se deja llevar, quiere dejarse llevar y vivir en esa situación equívoca de la realidad, porque es mejor para él en un sentido global. Forma parte de esa ficción detestable, hasta que un día quiere saber, quiere verdad y de tanto jugar a la apariencia se da cuenta de que no sabe, no puede volver a la esencia misma verdadera de su ser.

El hombre, casi por definición y desde el punto de vista de la alienación social, es un ser encubierto casi por naturaleza, porque quiere y necesita vivir en ese juego falso de ser quien no es. La sociedad está creada a partir de este sencillo y simple punto de partida y está aceptado por todos. ¿Cuántas personas conocemos a nuestro alrededor que sean de verdad? ¿Lo son de forma individual y cuando forman parte del juego social ya no lo son? ¿Cuántas hay que no encubran algo? Lo bueno que da la vida al escritor es no tener que estar batallando cada día y de forma cotidiana con los juegos de falsedad y de verdad en los que se mueven la mayoría de los individuos. El escritor vive cuando trabaja fuera de la sociedad, la observa. La soledad que proporciona la escritura -hablo de la creación en si misma- le libra a uno de chocar continuamente con esas falsedades, si bien, luego pasamos a una etapa mucho más encarnizada de lo falso, porque el escritor necesita de la verdad y de la mentira o falsedad para poder ser. 

Cuando era pequeña uno de los cuentos, más bien fábula con moraleja que más me gustaba era El pastor mentiroso. ¿Era el pastorcillo un bromista, era alguien que quería llamar la atención atrayendo las acciones de los demás? ¿Era un desgraciado que se gana lo peor? ¿Se merecía la actitud impasible de los campesinos cuando se había reído de ellos y en castigo le dejaron tirado? Este cuento siempre me ha tenido alerta. La verdad y la mentira sobre las cosas son dos conceptos que han existido siempre y a los que hoy no se les concede ninguna importancia. Se es mentiroso, se es tramposo y traidor y  parece que todo el mundo lo es y no pasa nada. ¡Puaf! Hoy, no pasa nada,  porque todo lo que está a nuestro alrededor es una mentira y nos tenemos que aguantar. Los políticos, son mentira, mentira es la evolución de la vida en sus sucesos, la mayoría de ellos maquillados con pinceles de peligrosa mentira. ¿Es mentira hacer una cosa y decir otra? ¿Son mentira las ficciones? ¿Comunismo y libertad son términos susceptibles de ser manipulados? Un escritor ¿es un mentiroso? claro que no o claro que sí, según se mire.

Mentir está en contra de los cánones morales de muchas personas y está específicamente prohibido como imperfección grave o pecado en muchas religiones. La masonería tiene su canal medular en ser verídicos. También la tradición ética y los filósofos se dividieron sobre si se puede permitir a veces una mentira, aunque generalmente se posicionan en contra: Platón decía que sí, mientras que Aristóteles, San Agustín y Kant decían que nunca se puede permitir. ¿Qué se siente cuando estamos al lado de un mentiroso? Dejaríamos nuestros hijos en manos de uno de ellos? ¿Somos tolerantes con los mentirosos o por el contrario fulminamos cuando descubrimos a alguien que no dice la verdad? Ocultar la verdad y mentir son dos cosas bien diferentes. Por ejemplo, en el caso de las víctimas de una guerra, se puede y se entiende mentir, en función de las circunstancias,  para proteger a personas de un opresor inmoral, esto suele ser permisible.

Convivimos con la mentira -histórica también- en todos los dominios y vemos cómo mentir conlleva Poder. El Poder se sirve de la mentira para existir, para ser capaz de ello. Según parece y dicen algunos expertos mentir supone un esfuerzo mucho mayor a la persona que decir la verdad. Supongo que se cavila mucho más. Digo yo. Pero se miente en las relaciones, en los trabajos, no hablemos de la política, en la sociedad, te miente el médico so pretexto de que no sufras porque tiene una mala noticia que darte. No hay una verdad que valga la pena de ser mencionada. Nadie cae en los hilos que realmente mueven los asuntos y que están detrás albergados en mentiras y dirigiéndolo todo. A lo largo de la Historia son numerosísimos los ejemplos que tenemos de personajes y de hechos históricos de los que nunca y digo nunca se conocerá la verdad: El suicidio de Marilin Monroe, la muerte de Kennedy, la muerte de Juan Pablo I, la vida interna de Napoleón o de Hitler, las guerras, Franco…son algunos sencillos ejemplos nombrados a botepronto,  miles y miles de personajes que con la mentira pasan a ser Mito, beneficiándose de ese entramado, claramente.

San Agustín distinguía ocho tipos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa; las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las que hacen daño y sí ayudan a alguien; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso; las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien, y las mentiras que no hacen daño y protegen la “pureza” de alguien. Casi nada. Por otra parte, San Agustín aclara que las “mentirijillas” no son en realidad mentiras. La mentirijilla es siempre muy relativa, supongo que como mi ciruelo, claro. El filósofo Leo Strauss acentuó la necesidad de mentir para ocultar una posición estratégica, o para ayudar a la diplomacia o politesse que dicen en Francia y en ese sentido se permite, como esas mentiras piadosas de los médicos.

Las mentiras de pareja ¿son admisibles cuando ocultamos por ejemplo, una infidelidad para no hacer sufrir al otro? Esto, también lo he visto en personas de ética y moral elevada, ocultando a su pareja una infidelidad porque en realidad ya ha pasado y ha quedado atrás. Es decir, que justificamos los hechos con el tiempo y no somos francos (con perdón). Hay mucha gente en efecto que justifica sus acciones con lo del ya ha pasado como si uno no fuese responsable de dicha acción. Esa persona ha sido engañada y punto, la hemos engañado. ¿Por qué en el lenguaje amoroso se miente tanto? Quizás porque todo forma parte de las emociones, de fabular y no de los pensamientos. El otro día, un amigo me hablaba dolido de una mujer que le dijo: “te quiero” y al día siguiente le mandó a la porra como se dice habitualmente.

¿Estaba entonces mintiendo? ¿Cómo se responde a la mentira? El problema, creo yo es que nadie responde al por qué de mentir, es decir, que aquella chica con mi amigo en ese momento habrá sentido algo parecido al amor y no ha pensado cuando ha hablado, en lugar de callarse y esperar tiempo para ver si lo que siente es verdad, pues no, hablamos y hablamos sin tener en cuenta los sentimientos del otro, jorobando su vida sin que seamos consecuentes entre lo que decimos y lo que hacemos. Quede claro que para mi el amor no es decir un día te quiero o sentirse fascinado de vez en cuando. El amor lleva pico y pala. Difícil tema.

Luego está la mentira destructiva que entra en el terreno de la calumnia y que es muy pero que muy habitual y cotidiana como muestran ahora la mayoría de los personajes públicos. Las mujeres lo sufrimos bastante y de forma más destructiva, aunque últimamente he visto hombres calumniados con cosas sorprendentes e igualmente destructivas. ¡Así son las cosas! Expresamos palabras y acciones negativas inventadas de otra persona para hundirla y desprestigiarla. Muy común en la sociedad de hoy sobre todo cuando existen además -y esto es el colmo- programas de televisión donde pagan a la gente por mentir. Qué básica destrucción de la ética y la moral de las personas de bien. Otros, al mismo tiempo se entretienen viendo, escuchando y opinando sobre las mentiras que los programas del corazón cuentan cada día. Supongo que una calumnia o una mentira no es nada si no hay unos oídos que le dan veracidad, que la hacen real. Un horror.

Lo que estudiábamos en la Facultad era la famosa paradoja del mentiroso y lo recuerdo bien, y era en realidad un conjunto de paradojas relacionadas. A través de los siglos, el interés por resolver esta paradoja y sus variantes ha impulsado una enorme cantidad de trabajos en semántica, lógica y filosofía en general. El ejemplo más simple de la misma surge al considerar la oración: «Esta oración es falsa». Dado el principio del tercero excluido, dicha oración debe ser verdadera o falsa. Si suponemos que es verdadera, entonces todo lo que la oración afirma es el caso. Pero la oración afirma que ella misma es falsa, y eso contradice nuestra suposición original de que es verdadera. Supongamos, pues, que la oración es falsa. Luego, lo que afirma debe ser falso. Pero esto significa que es falso que ella misma sea falsa, lo cual vuelve a contradecir nuestra suposición anterior. De este modo, no es posible asignar un valor de verdad a la oración sin contradecirse. Sin embargo, esta paradoja muestra que es posible construir oraciones perfectamente correctas según las reglas gramaticales y semánticas pero que pueden no tener un valor de verdad según la lógica tradicional. La paradoja de Epiménides precursor de la paradoja afirmando “todos los cretenses son mentirosos” o “todos los cretenses mienten” algo así,  ha dado y da gran juego en las aulas de filosofía.

¿Es mentira la imagen de un escritor en su relación con lo que escribe? ¿Tiene que ser forzosamente cierto todo lo que se escribe y cómo se relacionaría esa verdad? ¿Debe relacionarse lo que se escribe con lo que la persona Es de Ser? Yo, desde mi punto de vista relaciono la paradoja con los escritores donde todo lo que hablamos o decimos -en esto tenemos la ventaja de que quedan escritas- se puede repasar, cuestionar. Somos una pura paradoja continuamente -porque construimos frases u oraciones que son correctas pero que si se relacionan con la persona, con el que escribe, podemos desgranar amplias mentiras con respecto al escritor en su vida personal, aunque no con lo que escribe. ¿Qué es verdad lo que se escribe o el escritor? ¿Cómo se relaciona lo que se ha escrito con el escritor? Lo mejor es no relacionarlo, lo que se dice muchas veces no significa lo que se es. Los escritores somos complejos y tenemos un papel enormemente complicado de apariencia, de imágenes contrarias con las verdades, las mentiras, los conceptos, la gramática, las ideas…pero no somos mentirosos, otra cosa bien distinta, es creer en verdad lo que decimos.

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